“Frente al desaparecido en tanto está como tal, es una incógnita. Si el hombre apareciera tendría una tratamiento x, si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento z, pero mientras sea desaparecido no puede tener un tratamiento especial: es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido. Frente a eso no podemos hacer nada”
Rafael Videla
Esta semana supimos que se puede condenar a un hombre mayor que eludió treinta años su inobjetable condena y que al final de su vida está quedando marcado como genocida de su pueblo y organizador de aparatos paramiitares para exterminar masivamente guatemaltecos con el argumento de que todo vale para ganarle la guerra al “terrorismo”.
Pero por alguna extraña coincidencia en estos mismos días hemos visto con naturalidad como un dictador emblemático puede morir en la prisión sin que nadie piense que se le violó algún derecho. Simplemente se cumplió con el sentido de la pena de cadena perpetúa que se le impuso en diciembre de 2010 después de muchos años de ingresos y egresos de la prisión en medio de los avatares de la política argentina.
Los casos Ríos Montt y Videla marcan profundamente la historia de América Latina y nos interrogan sobre un pasado muy cercano de golpes de estado, crímenes atroces y uso corrupto de las estructuras estatales. Pero, claro aquí también tenemos esa forma de amnesia colectiva que se llama fujimorismo y que lleva a Martha Chávez a decir que no sabe nada de Videla pero que le saca pica que a los vencedores de los terroristas los hagan morir en la cárcel.
Chávez expresa a una corriente política cuyo líder no le incomodaba la chapa de “chinochet” y cuya lectura de su actual situación es que no debería estar preso por hechos como La Cantuta, Barrios Altos y otros, sino celebrando con su regreso al poder, y si no es posible con un indulto que se le arranque a Ollanta Humala, como acto de humillación. Todavía tenemos un 20% de fujimorismo electoral y una mayoría que concilia con la opción del indulto bajo consideraciones que no serían aceptadas en otros países.
Esto no ocurre porque sí y tiene que ver con la trama de intereses que se integra por los que se declaran victoriosos de los años 90, no sólo contra los llamados terroristas sino contra muchos sectores más. El fujimorismo no ha sido expulsado de la sociedad peruana como le ha ocurrido a otros proyectos dictatoriales y ni siquiera ha tenido que enmascararse mucho como si lo ha hecho el pinochetismo. Quizás esto explique la ignorancia de Chávez sobre lo que ocurre en países vecinos. Después de todo para ella los desaparecidos eran aquí autosecuestrados, y si aparecían los cuerpos, algo sin importancia.
20.05.13
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