Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano. Trabajó en el diario El Observador (1981-1984). Dirigió la revista Amauta (1988-1992), participó del programa Radicales Libres por RBC Televisión en el 2012 y fue director de la revista Miercoles de Política en el 2013. Actualmente es Jefe de la Unidad de Investigación del diario Uno (ex La Primera) desde 2007 y colaborador semanal de la revista Hildebrandt en sus trece.
viernes, mayo 31, 2013
Prohibido pensar
Ollanta ahora carga con un complejo de culpa por haber viajado a Caracas en abril cuando los grandes medios le decían que se quedara en casa para no “avalar” a Maduro (es decir para avalar a Capriles), y por haber pensado en el asunto Repsol, cuando no debía pensar en nada, y hasta parece que se ha creído que es el culpable de la caída de la producción en marzo (es decir un mes antes de estos hechos) y del retraso de las inversiones que ya dura todo el año.
En fin, el hombre ya también debe estarse dando cuenta que sus medidas pro-confianza no iban a tranquilizar a los empresarios sino que las tomarían nada más que como una señal de que ya está listo para sacarle cualquier cosa. Vean nomás a la Sociedad de Industrias pidiendo que los “regímenes especiales”, cuestionados hasta por las trasnacionales y contra los que luchan los trabajadores textiles, agroexportadores y otros durante muchos años, deberían extenderse al resto de sectores productivos.
Fujimorismo laboral a grado extremo que Ollanta ofreció revertir no sólo en la Gran Transformación sino en la Hoja de Ruta, pero eso a estas alturas qué importa. Un presidente que asocia una menor tasa de crecimiento a un descenso inevitable de su popularidad en las encuestas es demasiado fácil de manipular. Sobre todo si se ha creído que las cifras de IPSOS, DATUM, CPI y GFK, son su fuente de legitimidad y no el mandato emergido de las urnas. Después de todo son las encuestas las que provocan ansiedad en otras tiendas por aquello de la reelección conyugal, que es el único elemento ofensivo que le queda a un gobierno permanentemente a la defensiva.
Pero ahí viene justamente el problema: ¿qué puede pasar si la situación de la economía mundial sigue en bajada y todos los presupuestos en los que se han construido los pronósticos de crecimiento continuado por 15 o 20 años de Castilla, Carranza y otros sabelotodo de la economía empiezan a hacerse cada vez más dudosos?, ¿habrá que hacer mayores “shocks de confianza”, es decir más y más concesiones a los dueños del dinero para ver si sueltan las inversiones cuando la perspectiva general se les hace más sombría?
Como al presidente le han prohibido pensar, lo más probable es que le saquen las ventajas que sean posibles pero no por eso darán los fondos con los que sueña para que se compensen las debilidades de la economía. Después de todo el capital siempre ha tenido la coartada de la cobardía. Y, también, que el ministro que metió al gobierno en este esquema se vaya en pocos meses asegurando que lo hace por motivos personales o porque lo pidieron de algún organismo internacional, pero que se leerá de cualquier modo como que la confianza no ha sido suficiente.
31.05.13
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jueves, mayo 30, 2013
La transición que no fue
Todavía hay quién lamenta que el principal héroe de la
transición del año 2000, esté dando pena al no poder explicar el estrambótico
negocio de la suegra que compra mansiones y oficinas en el país de su yerno
para seguir viviendo en un austero departamento de la clase media belga. Es el
cadáver que los fujimoristas estaban esperando ver pasar se ha escrito por ahí.
Y el propio Toledo ha querido defenderse apuntando que lo de
hace 13 años es pasado, como si estuviera buscando una tregua con los Fujimori
que no se la van a dar cuando está tan cerca la oportunidad de la venganza.
Pero si se mira bien, la caída de Toledo ha sido continua desde su hora de
gloria el 27 de julio del 2000. Su rol en la fase final de la dictadura no sólo
fue nulo, sino tristemente confuso al oponerse que el gobierno intermedio de
Paniagua hiciera la limpieza anticorrupción y la reforma constitucional que era
necesaria para iniciar un nuevo período, porque iba a ser en su gobierno que se
haría todo lo pendiente.
Ya se sabe que Toledo no pudo con ninguna de sus promesas
democráticas y moralizadoras y eligió el camino de la “confianza” hacia los
inversionistas, que en su gran mayoría eran los que confiaban en Fujimori, y
para marcar ese camino puso al frente de la economía a PPK y como primer
ministro a Dañino. El resultado fue que todo se normalizó pero en “democracia”,
es decir había libertad de expresión, fuertemente dominada por los medios que
colaboraron con Fujimori, y elecciones periódicas más o menos confiables, que
podían elegir al tipo más contestatario como Humala, que en el poder iba a
terminar preso de la “confianza” y de ministros que le imponían los grupos
económicos.
Esta transición profundamente frustrante del fujimorismo al
neoliberalismo post fujimorista se la debemos en primer lugar a Toledo que
ofreció un país distinto al de los 90. Claro que también es culpa de AGP que
creyó que así como 20 años atrás lo que quiso es imitar a Velasco, su segundo
gobierno tenía que ser otra imitación, esta vez la de Fujimori, aún cuando lo
que dice es que él fue el más perseguido de aquellos años. Y finalmente la
responsabilidad histórica también recaerá en Humala que se levantó en armas
para cambiar el país y las fuerzas armadas, y produjo el gobierno más maniatado
de nuestra historia.
En resumen, el final de sainete de Alejandro Toledo
simboliza la bancarrota de la clase política peruana en todas sus versiones.
Los que fueron apaleados por el golpe del 92 y los que se rebelaron al
continuismo en el 2000, han capitulado. Y no les queda sino pedir chepa a los
empresarios, los medios y los políticos del fujimorismo.
30.05.13
miércoles, mayo 29, 2013
Doblándole el brazo al presidente
Todo empezó con el tremendo desafío que significaba que
Ollanta Humala fuera unas horas a Venezuela a la juramentación de Maduro, para
no decir nada, que fue interpretado como un tremendo gesto de chavismo de un
presidente que no había cambiado nada. Luego siguió el asunto Repsol, donde el
presidente pensó (y eso es lo peligroso) que el Estado podía participar de la
compra de sus activos, lo que en sustancia quería decir que resucitaba la “Gran
Transformación” y se alejaba de la Hoja de Ruta.
La gente, por supuesto no entendía nada, y como lo muestran
las encuestas para la mayoría este gobierno no había cambiado y si evolucionaba
hacia algún lado era cada vez más a la derecha. Pero los empresarios, los
medios y los políticos de derecha insistían: aquí se había perdido la
confianza, y como una novia despechada que retira su dote anunciaron que ya no
habrían 15 mil millones de dólares en inversiones y el país sería echado del
paraíso del crecimiento. La confianza lo explicaba todo: el débil crecimiento
de marzo, la caída de las exportaciones, el retroceso de las bolsas y la demora
de proyectos como Conga o Cañaris.
El presidente entonces priorizó el shock de confianza y dejó
plantado al presidente de Ecuador que juramentaba para un nuevo mandato,
quitándole sentido precisamente a su anterior viaje a Caracas, adonde aseguró
que iba porque era el presidente pro tempore de la UNASUR. Ahora a pesar del
cargo le hacía un notorio desaire a Correa, pero ningún medio de la derecha festejó
su alejamiento del chavismo. Lo importante era que estaba dando los primeros
pasos para romper esa especie de empate que se produjo tras el fin del gabinete
Valdés y la “paz social” que se ha mantenido desde hace casi un año.
Ahora nuevamente hay vientos de fronda ya que muchos
sectores están tomando nota que no era un asunto de viajes o de chavismo o de
refinerías chatarras, sino de guillotinar la ley de consulta devolviendo a los
pueblos indígenas a un escenario como el de Bagua; devaluar aún más los
estudios de impacto ambiental para que salgan más rápido los proyectos, sin
consideración seria al daño al entorno; facilitar inversiones mineras o de
infraestructura en zonas de potencial arqueológico; etc. Si ese es el camino
hacia la confianza, habrá que pensar cuánto más se le puede sacar a un
presidente débil y desorientado con el mismo pretexto.
¿Y la confianza de sus electores?, ¿de las poblaciones
afectadas por los proyectos? Parece que poco importa. Más aún: ¿cree el
gobierno que no va a desatar otra ola de conflictos con las medidas que está
aprobando?, ¿y en dónde va a quedar la confianza y su aprobación después de
eso? Y tampoco es verdad que soltarán los 15 mil millones. Podemos apostarlo.
29.05.13
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Se cae estrategia exportadora
Oficialmente la llamada Alianza del Pacífico ha sido
declarada un gran mercado para los países miembros con 210 millones de habitantes
y una velocidad de crecimiento de 5% por año. En ese escenario un entusiasta
Sebastián Piñera ha hablado de la meta de alcanzar aranceles cero para el 90%
de los productos que se comercializan en la zona con una perspectiva hacia el
futuro para extender la desgravación al último 10%.
Humala, por supuesto, está en su salsa. No importa cuánto había
de maniobra política en la decisión de Alan García de apurar el surgimiento del
nuevo bloque en plenas elecciones del 2011, en competencia económica con la
CAN, el MERCOSUR, y política con la UNASUR y el ALBA. Para el Ollanta
postelectoral, todo lo firmado por su predecesor no sólo vale y no es
revisable, sino que merece su aplauso entusiasta al punto que se deja de
comprender qué era lo que tenía tan enfrentados a los políticos los años
anteriores.
Todavía recuerdo muy bien la oposición nacionalista al TLC
con Chile, lo que llevó el caso hasta el Tribunal Constitucional, pero ahora
gracias a ese acuerdo, y al TLC que existe entre Perú y México, junto al hecho
de que nuestro país y Colombia comparten la CAN, los aranceles cero que tenemos
con el bloque hace rato que están cerca del 95%, sin que se necesite Alianza o
cualquier otro compromiso. Más aún el saldo del intercambio del Perú con sus “socios”
del bloque ha sido históricamente negativo, ya que vendemos menos y con menor
valor agregado de lo que les compramos.
Las empresas peruanas exportadoras pueden efectivamente
tener mejores posibilidades para ampliar sus mercados con el “libre comercio”,
pero como es un camino de ida y vuelta, la otra parte también extiende sus
opciones. Esto ya pasó con el TLC con Estados Unidos, que cambió el balance del
mercado que antes era favorable al Perú y que con el tratado en un contexto de
crisis internacional giró totalmente y ahora el Perú compra más al coloso del
norte que lo que le vende.
El ministro Silva trata de disfrazar estos datos que no sólo
indican que el momento que vivimos ha debilitado las estrategias exportadoras
de diversos gobiernos, sino que muchos de los acuerdos para hacer crecer
nuestras ventas, se están volviendo contra nosotros porque lo que crecen son
las compras. La idea que le soplan en el oído a Humala es que esto no importa
con tal de que atraigamos inversiones que cierren la brecha comercial que está
empezando a ahogarnos.
Pero eso de la inversión sin fin es parecido a la privatización
de todo que se hablaba en los 90, es decir son cosas que tienen límites y
condicionamientos. Y el presidente que creía en la economía infalible puede
terminar golpeándose la cabeza.
28.05.13
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lunes, mayo 27, 2013
La confianza es de derecha
Ya estamos en plena operación “confianza”. Primero fue el
escándalo del viaje a Venezuela (¿qué mejor prueba de chavismo, si hasta
provocó que Humala desistiera de ir a Quito a la juramentación de Correa, donde
estaban todos los presidentes de la región?) y juntito con eso la épica batalla
para que no se compren los activos de Repsol que terminó en dos líneas de un
comunicado de Petroperú hablando de un estudio relámpago que muchos piensan que
nunca se hizo pero que sirvió para que el “no va” de Nadine se convirtiera en
gran triunfo de la derecha.
Después hemos tenido el combate de la comida chatarra, aún
no concluido, y por supuesto decenas de editoriales y artículos de opinión
pidiendo que Humala vuelva a abjurar del programa de la “Gran Transformación”,
que supuestamente todavía guarda en el fondo de su corazón, a pesar de haber
firmado la “Hoja de Ruta”, que luego nos enteramos era lo mismo que ofrecía
Keiko Fujimori y por lo que habrían votado previamente dos tercios del país, al
hacerlo por los derrotados de la primera vuelta.
Alfredo Torres de IPSOS ordenó en su última encuesta
preguntar si una de las causas de la baja de popularidad del presidente era la
desconfianza y el punto salió cuarto entre los principales motivos de
desaprobación. Esa desconfianza podía ser por lo que hizo o intentó hacer, o
por la forma vergonzosa como retrocedió sobre sí mismo, pero igual marcó su
estudio de mayo como el de la preocupación del país por la confianza que están
reclamando los grandes empresarios para las inversiones.
También de acuerdo a la misma encuesta la gente común y
corriente en su gran mayoría no ubica las diferencias entre “Gran
Transformación” y ”Hoja de Ruta”, y la
mayoría aprecia al gobierno en las mismas posiciones que cuando comenzó o más a
la derecha. Podría decirse que la ciudadanía no ve lo que causa tanta alarma en
los dueños del dinero y que se expresa en los medios y que tal vez la alharaca
mediática impacta mucho más en los directivos empresariales que en las personas
comunes y corrientes.
Pero ocurre que el tema ya está instalado desde que a Humala
se le ocurrió decir que a la “confianza” recién se le reconoce cuando se la
pierde y que esto puede ocurrir en un solo instante. Justo lo que El Comercio y
la CONFIEP querían oír para saber que las derrotas recientes del presidente le
habían colocado nuevas ataduras políticas y mentales para someterlo a sus
planes. De ahí está viniendo que hay que olvidarse de la consulta previa, el
medio ambiente, la protección de restos arqueológicos, los trámites y
controles, etc.
Como si eso fuera a traernos inversión a raudales y sacarnos
de las actuales tendencias de estancamiento. Y el hombre se la cree.
27.05.13
domingo, mayo 26, 2013
Lourdes Flores y el lobo feroz
¿Cuál debe ser la actitud del político honesto ante la
corrupción del sistema político y el número cada vez mayor de denuncias contra
sus líderes? ¿Condenar las denuncias por “peligrosas”? ¿Exigir un saneamiento
político del poder?
La preocupación de Lourdes Flores por lo que podría ser una
maniobra para poner a la clase política en situación comprometida, sacando a
luz actos de corrupción, o cuando menos sospechosos de serlos, que involucran a
sus principales líderes, y regresar al país a un clima enrarecido como el de
comienzos de 1992, hace pensar que para la lideresa social cristiana lo
peligroso es que el sistema se tambalee por el conocimiento público de sus
miserias, y no que exista la podredumbre misma.
La cadena que une las oscuras transacciones familiares de
Toledo, la nueva casa de García y las revelaciones de la megacomisión, la
actualización del caso Comunicore por la pelea de Castañeda para quedar fuera
del proceso, la presentación del audio del alcalde Acuña con referencias al uso
de fondos municipales para su reelección, puede incluir la intencionalidad
política de golpear al adversario en una guerra de todos contra todos, pero el
material que se está arrojando de un lado a otro está cargado de verdades sobre
la manera como los cargos del poder se usan para el enriquecimiento particular
de los líderes y para intentar regresar permanentemente al control de los
recursos del Estado. La idea de Lourdes Flores es que eso no debe discutirse
porque suscita tentaciones de golpe.
Fujimori figura aún en el top de los gobiernos más corruptos
de la historia mundial, no habiendo tenido que responder ante ninguna instancia
judicial por la desaparición de los dineros de la privatización que
sobrepasaban los diez mil millones de dólares, ni por la reventa corrupta de
los papeles de la deuda, el salvataje de bancos privados o las compras de
material militar a sobreprecio y en pésimas condiciones operativas. Aún así, el
déspota de los 90 tiene una condena a seis años de cárcel por hechos de
corrupción de inferior cuantía como la compra de medios de comunicación,
sobornos e intercepciones telefónicas, lo que se suma a los 25 años de la
sentencia por delitos contra los derechos humanos.
Por ironía, los fujimoristas que aseguran que su jefe se
reconoció corrupto para lograr que le rebajen la pena y no haya discusión
pública sobre los delitos que le eran imputados, están ahora a la cabeza de las
denuncias e investigaciones contra un enemigo político como fue Toledo y andan
por ahí haciendo como que respaldan los informes que están saliendo sobre Alan
García, aunque muchas veces se haga evidente que su función es trabar desde
adentro a la comisión encargada. En todo caso lo que tenemos es a los miembros
del partido de la corrupción juzgando a los de la “transición democrática”, por
asuntos que dejan muy en duda la honestidad de estos últimos.
Lourdes Flores, otra vez, puede temblar por las
posibilidades de que se vuelva a una situación tipo 1992, pero no dice que el
otro componente de un escenario de ese tipo es el poder autoritario, propenso a
una mayor corrupción, que capitalizó el desprestigio de los partidos para
imponer la dictadura. El fujimorismo, sin embargo, es un actual amigo de la
Flores y del PPC, con el caminado juntos en varios asuntos y al que apoyó en su
intento de regreso al poder hace dos años. ¿Cómo es que se recomienda a los
políticos dejar de sacar sus trapitos al sol para que no venga el lobo y se los
coma, y luego concluye de amiga de los lobos viejos de la antipolítica
aparentemente apaciguados?
Los parámetros de la
corrupción
Lo que está pasando en el Perú en relación a la crisis de
valores y el deterioro de la imagen de los jefes de la clase política responde
a un conciliación ideológica de la sociedad con la corrupción. Todos admiten
que los que van al poder se van a beneficiar directamente del control de
recursos y decisiones que dependen de los cargos, y a nadie le extraña que los
políticos, entre ellos en primer lugar los presidentes, se hagan ricos desde el
poder y sigan recibiendo una especie de renta vitalicia de los favorecidos por
su gestión después que esta culmina.
Hay una aceptación tácita que los caudillos elegibles
concentren en sus manos fondos que aparecen nadie sabe de donde, pero que les
permiten ser los únicos que toman las decisiones de campaña bajo la regla de
que lo que cuenta es ganar. Pero en este ya casi naturalizado sistema de
elección, lo que primero se aprende es que en el futuro hay que tener aún más
fondos y en lo posible bajo el mayor control posible, para las siguientes
contingencias electorales. Así el mecanismo se reproduce.
Alan García solía explicar sobre el punto que su compadre
venezolano, Carlos Andrés Pérez, le había enseñado que a los presidentes se les
ayuda a ganar una vez pero de ahí en adelante tienen que asegurarse su propia
financiación para las elecciones siguientes. Eso hacen, por supuesto, no sólo
presidentes de la nación, sino presidentes de regiones, alcaldes y otros. Por
eso uno ve que las campañas de los que ya han tenido poder suelen ser mucho más
fuertes que las de los que aspiran por primera vez. Todos estamos más o menos
convencidos que de las obras públicas y sus comisiones se aseguran fondos para
las campañas, pero conciliamos como si fuera lo más normal del mundo.
García, que siempre ha sido un creativo en materia de
corrupción, inventó en su último gobierno un papel para su persona que para
muchos hasta pareció una alta
función de gobierno y esa fue la de promotor de las inversiones. Cada vez que
se le decía que en el registro de visitas de Palacio había el nombre de algún
corrupto o de representantes de una empresa de malos antecedentes, respondía
que en una agenda de miles de visitantes siempre podía pasarse un indeseable,
como ha sido su excusa en el tema de los narcoindultos, o en la asignación de
obras, o en los fondos del FORSUR. Él siempre hace las cosas en grande y en
esos megamovimientos se le cuelan todo el tiempo pequeños ladrones. En todo
caso esa es su justificación.
Pero lo que hemos visto del 2006 al 2011, es una modalidad
particular de corrupción que consiste en que cuando el presidente te recibe y
sales en la foto y la noticia, ya estás camino a ganar la licitación, como
ocurrió en el famoso faenón petrolero del que dieron cuenta los petroaudios. La
historia de Collique y como Alan arregló las desavenencias entre Pepe Graña
Miró Quesada y DH Mont, en una conversación de Palacio y un reparto de un
paquete de obras, para que el segundo cediera ante el primero la primacía que
le había dado el Tribunal Constitucional sobre los terrenos del aeródromo de
Comas. O la manera como diversas empresas ganadoras de concursos públicos y
también amigas del presidente, le retribuyen ahora con conferencias superbién
pagadas los favores del pasado.
Pero lo de AGP va a la categoría de gestión directa,
mientras que en tiempos de Toledo se podía hablar del método del gran ministro
lobista que arregló las normas para que el consorcio de Camisea pudiera
exportar lo que le estaba prohibido y pudiera usar el gas sacado del pozo para
impulsar la obtención acelerada de líquidos que son mas caros para su venta al
exterior sin pagar regalías. O cuando otorgó la buena pro a Odebrecht para la
Interoceánica norte a través de una ley que la exceptuaba de la prohibición que
le impedía contratar por estar en proceso judicial con el Estado. Y así
sucesivamente.
Cualquiera puede preguntarse si todos estos arreglos con
grandes empresas en los que participa el poder político al más alto nivel, se
fuerzan las leyes, se le pone anteojeras a la contraloría, se atropella hasta
el buen gusto, ¿son realmente gratuitas y por el gusto de favorecer a las
empresas de mayor capacidad económica o hay algo más? El punto es inquietante
bajo el actual gobierno que finalmente pactó una renovación con Telefónica
después de años de negociaciones, en los términos que más le convenían a la
empresa española. ¿Qué es lo que pasa?, ¿son nuestras autoridades demasiado
débiles frente a las empresas extranjeras avaladas por sus gobiernos, o hay
algo más?.
El tema de las casas
y las casonas
Alan García debe haber celebrado con sus amigos más cercanos
que la historia de las operaciones inmobiliarias de la familia Toledo hayan
sido mucho más confusa que la de su casita de San Antonio por un modesto precio
de poco más de 800 mil dólares, para la cual le bastaron algunas conferencias
internacionales, un pago adelantado sobre un libro que muy pocos compran y el
contrato generoso de su amigo Chang de la Universidad San Martín de Porres que
le paga 50 mil dólares mensuales un carro y una casona alquilada en La Molina,
para que pueda recibir a los diputados de la oposición venezolana en el local
de la Escuela de Gobierno, donde también sesiona la Comisión Política el APRA.
Todo cristalino si se le compara con la agitación con la que
se mueve el cholo sagrado para que le creamos que la compra de una casona en la
zona más exclusiva de Lima y una oficinas de lujo, cuya existencia salió a la
luz por hechos casuales, es una cosa normal en la vida de su suegra que forma
empresas fantasmas en Centroamérica, moviliza dinero bancario, aportes de
amigos empresarios y ahorros propios, en una operación en la Toledo aparece
como acompañante y comete el error de su vida al no exigirle a doña Eva que
haga sus inversiones en otra parte. Obviamente Toledo no tiene una remota
noción de cómo se fabrica una coartada en lo que debería tomar una lección en
la Escuela de Alan García.
Claro que a primera vista, lo del chakano es casi como para
perdonar a García que presenta sus papeles en orden. Pero analizado más a fondo
el caso verdadero está planteado en términos de si estos dos personajes podrían
estar en esta discusión sobre casas y casonas si no hubieran pasado por la
presidencia. ¿Cuánto tiempo no toma a
los demás mortales ahorrar o pagar un crédito para un departamento más o menos
apretado en las zonas de clase media de Lima?, y eso para no hablar de los
millones que carecen de un techo seguro y viven en carencia de servicios. Pero
Toledo y García son unos afortunados, como lo es también Fujimori aunque sea
más discreto con lo suyo. ¿Es el tema de las casas algún premio por la
presidencia?
Lourdes Flores haría bien si aceptara que no se puede
construir democracia de verdad, ni ser expresión de la decencia, ni denunciar a
los lobos golpistas que se aprovechan del desmadre de la clase política, si se
concilia con la corrupción y se imagina que la manera de combatirla es no
hablar de ella. Hace tiempo que el Perú requiere una gran fumigación, un cambio
de espíritu y una actitud inflexible ante los corruptos. Si la transición del
2000 fue una ilusión fallida; si Toledo, García y Humala traicionaron a sus
electores; hay que enrumbarse a un tiempo nuevo en el que dejemos de sentir
vergüenza por quiénes nos gobiernan.
26.05.13
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