Durante la crisis
que afectó a la pesca desde finales de la década del 60 y que llevó a la
estatización en 1972, lo que se
comprobaba era que la flota y la capacidad de producción de harina habían
crecido a tal velocidad y desorden que se había alterado el ciclo de
reproducción de las especies. La tasa anual de crecimiento en los años 50 y 60
alcanzó un promedio de 30% y el tema era
si podía haber un mar que resista tamaña presión. Más aún, grandes empresas se
habían consolidado y alcanzado enormes utilidades, pero igualmente se habían
expandido los medianos y pequeños pesqueros que querían participar de la torta.
Como ahora, lo que se discutía era quién era el que depredaba y contaminaba,
mientras que la biomasa de anchoveta iba disminuyendo hasta que colapsó.
Es bien fácil
decir en un país que ha sido inoculado durante mucho tiempo con el mito que
las empresas públicas son malas per se y
crean las crisis, que lo que pasó en la pesca es que Velasco la expropió y la
arruinó como dice Althaus en su último comentario en El Comercio. Pero no es
verdad, porque la estatización se hizo sobre una actividad en tremenda crisis
para poder sacar de circulación los barcos que estaban de más y cerrar plantas
y modernizar otras. Que la crisis tardó en remontarse y que luego vinieron los
fenómenos climáticos que aumentaron el daño, es otra cosa. Pero que había que
hacer algo con la sobreproducción estaba dentro de lo inevitable. A partir de
1976 empieza, sin embargo, un proceso de privatización parcial de la actividad
pesquera con la reventa de los barcos para que esa parte del negocio vuelva al
sector privado. Teóricamente significaba que los trabajadores pudieran comprar
las naves y difundir la propiedad entre pequeños y medianos propietarios.
Pero el caso es
que la flota privada empezó a crecer con nuevas adquisiciones mientras los
grupos privados invadían la producción de harina bajo el falso cartel de ser
conserveras. Esto duró hasta que Fujimori terminó de privatizar el sector y de
liberalizarlo. Para ese momento sin embargo ya estaba fijada la cuota global de
pesca que no debía ser sobrepasada y que obligaba a vedas periódicas. El
ministro de la época dijo que ya no se darían autorizaciones para nuevos
barcos, pero desde ahí en adelante se cuadriplicó el número de embarcaciones. Los
grandes privados se hicieron primero de las mejores plantas y luego empezaron a
competir por las capturas. Hace unos años se estableció la ley de cuotas que
favoreció ampliamente a los grandes que ahora son totalmente hegemónicos en el
sector. Nuevamente se trataba de
disminuir los barcos y las plantas pero esta vez a favor de sólo siete empresas
privadas.
28.03.13
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