Algunos dicen, quizás con razón, que Chávez
se fue en el peor momento, cuando se están madurando condiciones para oponer un
Pacífico neoliberal a un Atlántico progresista en América Latina y Estados
Unidos ha iniciado la batalla para asegurarse una alianza propia que divida al
subcontinente.
Puede ser.
Pero
también podría decirse y tal vez con mayor certeza que Chávez llegó en
una circunstancia mucho peor, cuando rodos los gobiernos al sur del Río Grande
se habían alineado a un solo liderazgo fijado en Washington y a una sola
política de mercados abiertos y sometimiento a las reglas de protección del
norte desarrollado.
América Latina y Sudamérica no eran
entidades reales y el sueño de Bolívar parecía más utópico que nunca. Por entonces Venezuela era un campo de
experimentación neoliberal en plena riqueza petrolera. Los partidos se habían
desfondado al no expresar alternativas y haberse corrompido profundamente. En los análisis se decía cómo puede ser que
un gigantesco exportador de petróleo no pudiese asegurar mínimas condiciones de
vida para toda su gente.
Entonces Chávez ganó las elecciones y desde
donde menos lo esperaban, los Estados Unidos empezaron a oír una voz que les
salía al frente. Cuba dejó de ser la isla apestada y embargada en medio del
Caribe y los países de América Latina y Suramérica empezaron a encontrarse cada
vez más en espacios propios y no alrededor de los representantes del imperio
del Norte, como se hace en la OEA o del Rey de España (como en las cumbres
iberoamericanas).
Chávez tiene que ver decisivamente con los
pasos gigantescos que se han dado hacia la integración la parte de América que
antes llamaban “patio trasero” de los Estados Unidos. Contribuyó cuando sembró
un nuevo espíritu de autonomía, cuando apoyó a los gobiernos progresistas que
fueron brotando después del suyo y cuando con sagacidad y pericia diplomática
logró arrastrar hacia la UNASUR, el CELAC y otros espacios a los gobiernos más
dependientes del norte.
Al interior de su país, Chávez llevó
adelante una indiscutible revolución social trasfiriendo una gran parte del
excedente petrolero hacia los trabajadores y los pobres, estableciendo una
sólida alianza entre el Estado bolivariano y el grueso de la población. Dicen
que era asistencialismo. Pero lo que se puede ver son escuelas, universidades,
centros médicos, viviendas y grandes misiones sociales contra el analfabetismo
y diversas enfermedades.
Nada de pequeñas propinas repartidas en
medio de aplausos, sino cambios profundos en la vida de las personas. Que todo
eso ha traído deuda fiscal e inflación de dos dígitos, es cierto. Per es
imposible pensar en una revolución sin trastornos y más aún sin errores.
El tema es que Hugo Chávez enfermó en el
momento en que ya había creado realidades irreversibles. Es verdad que ahora se
requiere de su fuerza para seguir adelante y habrá que buscarla de alguna
parte. Pero ,si es consuelo, el comandante se ha ido cuando más se le quería y
nadie dudaba de la legitimidad de su mandato. Eso lo registrará la historia.
10.03.13
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