domingo, marzo 17, 2013

El gran revocador


Reviso una información que me hicieron llegar vecinos de La Molina encerrados desde hace un buen tiempo y obligados a dar una larga vuelta para salir a alguna de las calles principales que tienen cerca porque un alcalde Lima, don Luis Castañeda, dio una autorización increíble según la cual en vista que los señores Brescia tuvieron la buena idea de construir un gran centro comercial entre las avenidas Javier Prado y La Molina pero tenían dos lotes separados por una pista de doble vía, la solución era venderles la vía pública, más de 4 mil metros cuadrados, a precio equivalente a casi un décimo de lo que se paga en esa zona. 

La gracia es más curiosa aún, porque el señor alcalde permitió que hubiera dos postores para la construcción del nuevo “mall” y que ambos fueran razones sociales diferentes del mismo grupo económico, al punto que el que ganó le cedió los derechos al que perdió. Pero lo más interesante es el estilo para hacer las cosas. Un hombre que se pretende mudo para no explicar lo que hace y que habla muy bien cuando se trata de intereses económicos, al punto de poder vender una calle si ese es el negocio.

Vamos. En diciembre de 2010, a pocos días de entregar el municipio, la administración “solidaria” encargada de la administración mientras su jefe se lanzaba a la presidencia, sacó una ordenanza municipal (1484) para “regularizar” la situación de inmuebles fuera de zonificación, es decir para aquellos establecimientos que se habían instalado donde no debían hacerlo. Se presentó como una norma favorable a muchos pequeños negocios, pero como contrabando se hizo pasar a importantes empresas industriales que han ocupado áreas no industriales como Huachipa y otros generando problemas de contaminación y afectando el valor de las propiedades.

Nuevamente los amigos de Castañeda, dirigieron su solidaridad a quienes tienen la billetera más gruesa. Y se podría seguir sobre la responsabilidad de la Municipalidad de Lima con Castañeda, en el cambio de zonificación de los terrenos del aeródromo de Collique, que  facilitó su transferencia a grupos privados; el dinero que le costó a la ciudad el retraso del Metropolitano y de diversas obras viales, o el desperdicio de recursos que significó el retraso en la reconstrucción del Teatro Municipal. Y en todos los casos el mismo estilo: silencio hacia el Consejo, los medios y la opinión pública, y arreglos a puerta cerrada con inversores que casi le dictaron los textos de los contratos de acuerdo a sus intereses. Ahora este señor ha manejado un proceso de votación para echar a su sucesora y volver a su puesto porque no llegó a la presidencia.

Y como se escucha de su propia boca no cree en nadie, ni en su hijo, ni en Marco Tulio. Sólo cuentan sus ambiciones.  

17.03.13

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