De pronto han empezado a menudear los
artículos ideológicos referidos a la
revocatoria. Por si no nos habíamos dado cuenta, una victoria del NO debería
significar que la izquierda marxista salga victoriosa y que la perspectiva que
quede abierta sea la de un gobierno radical en el 2016. Algunos vana más lejos
y sostienen que este resultado entonaría a Ollanta Humala para volver a algunos
elementos del programa de la “gran transformación”, lo que sería poco menos que
una catástrofe. Y todo porque el sector A-B, no quiere arriesgar un cambio de
autoridades a mitad de camino por miedo a la inestabilidad política y porque la
CONFIEP no querría echar a perder los contratos que tiene para obras con el
Municipio de Lima.
Nada de esto estaba en el debate hace poco
más de un mes cuando los temas eran la supuesta incompetencia de Susana y el
desperdicio que era mantener a Luis Castañeda sin trabajo cuando “Lima merece
más” y él puede dárselo. Obviamente eso que se ha llamado la campaña de los insultos,
tan parecida a las que Montesinos organizaba contra los adversarios de
Fujimori: Andrade, Toledo y el propio Castañeda, estaba dirigido a generar un
voto emotivo en los sectores populares, y parecía suficiente para definir la
elección. Pero empezó a tambalearse en febrero y varios patricios de la vieja
derecha como Francisco Tudela, Ricardo Vásquez Kunze, Luis García Miró y otros
no tan aristócratas, pero si con harto dinero, como Julio Favre, Roque
Benavides, decidieron por fin dar su palabra en un tono que bien recuerda lo
que pasó antes de las elecciones del 2011.
Pero, vamos, si el NO gana, no va a ser
porque la alcaldesa y los que sostienen esta opción, hubiesen buscado ese
triunfo. En verdad no existe victoria del NO, sino derrota del Sí, ya que si
eso sucede significará que las cosas quedan tal como están. La revocatoria sin
embargo parecía una apuesta sobre seguro porque así lo decían las
encuestas y eso sin duda motivó al APRA
a poner la cara. Pero esa especie de rebelión chusca contra la autoridad tenía
sus límites que ya se empezaron a tocar hace unas semanas, y eso ha causado un
cortocircuito en la coalición del Sí: unos opinan que hay que ser más
insolentes de lo que han sido, pero otros creen que el problema es que se les
pasó la mano, y un sector opina que aquí no importa lo del municipio sino el
peligro rojo detrás de Villarán.
Obvios fantasmas que ya no asustan a nadie. La
elección de Villarán en el 2010 no creó un “gobierno marxista” en Lima, ni
impidió la derechización de Humala. ¿Por qué el NO tendría que cambiar ese
escenario?
06.03.13
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