El aire de familia entre el fujimorismo y el alanismo se ha acentuado
en los últimos días. La reciente visita de dirigentes de Alfonso Ugarte al
local del Ministerio Público en medio de abucheos de la población que les
gritaba corruptos, evocaba fácilmente los años 2000-2001, después de los
vladivideos. Pero también traía a colación la escena en la que los hermanos
hacen entrega del pedido de indulto para Fujimori, con todo el partido detrás
del objetivo de sacar al líder de la cárcel.
Del Castillo, Mulder y Velásquez todavía no están en ese
trance, pero la organización de la estrella que se estrelló en la revocatoria,
ahora está corriendo una carrera dramática para sacar a su jefe y a varios de
sus más cercanos colaboradores del hoyo en que se han metido al destaparse la
sistemática política de excarcelaciones a favor del narcotráfico, probablemente
bien pagadas, que se aplicó en el mismo período en que el gobierno aprista
hacía la fiesta de los decretos de urgencia para gastar sin controles, sobre la
cual también están encendidos los reflectores de la investigación congresal.
El punto es que en asuntos como los colegios emblemáticos,
el Estadio Nacional, el Hospital del Niño o el tren eléctrico, Alan García
podía decir pero ahí está la obra y acogerse al espíritu de la doctrina
nacional “roba pero hace obra”. Eso, en
cambio, no pasa con los masivos indultos y conmutaciones de penas a los narcos
y ladrones de alto vuelo. Ahí los argumentos de compasión que usó García cuando
quería burlarse de sus críticos y de descongestión de los penales a que
recurrió cuando ya estaba más acorralado, son perfectamente huecos porque fue
exactamente el mismo presidente que alardeó que a solución a la inseguridad era
la pena de muerte e impulsó marchas sobre el tema y el que retiró beneficios
penitenciarios para mucha gente y aumentó penas, como si eso resolviera algún
problema.
En realidad mientras se decía una cosa se hacía otra. Dice
ahora la gente asqueada por lo que pasó esos años, que Pastor y Facundo
Chinguel trabajaban a todo motor ordenando los pedidos de indulto que sus
promotores recogían de las cárceles (entre los cuales hubo hasta un abogado
aprista exreo por narcotráfico) , y armaban las listas que llegaban al
secretario de Palacio, Luis Nava con el que se hacía la selección final para
entregar al presidente. Ahora además queda claro que la marcha atrás en el caso
Crousillat se debió a que el hombre se salió del libreto y fue ampayado por la
prensa poniendo en riesgo todo un sistema que ya estaba en marcha.
Sería muy interesante saber cuánto pagaban los de mayor
copete entre los beneficiados, si a un narco de medio pelo le cobraban 10 mil
dólares por año conmutado.
12.04.13
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