Lo que nos quieren
dar a entender los medios de derecha es que a Ollanta Humala lo eligió
Vargas Llosa y que si quiere le quita su aval y adiós al gobierno.
El voto, ya no sólo el de primera vuelta (4 millones
643 mil), sino el de la segunda (7
millones 938 mil) valen nada frente al del escritor.
Así como unas páginas de compromisos, entre Gana Perú y Perú
Posible y otros independientes, resumidos en la llamada hoja de ruta, pueden
anular el programa de gobierno que orientó al nacionalismo durante toda su
existencia, sin necesidad incluso de decirlo directamente.
Debe ser que no sólo hay garantes de que Humala no se va a
portar mal, sino que hay intérpretes que por añadidura estuvieron en la campaña
de Keiko, pero ahora creen que basta tener una columna en un diario, un micro
en una radio o un programa en la televisión, para manejar al supuesto garante y
al presidente.
¿Y todo por qué? Porque Ollanta viajó a Venezuela, como podría
hacerlo a la China donde hay un gobierno comunista con el que se hacen grandes
negocios, o a una satrapía árabe de esas que apoya Estados Unidos, sin que un
viaje signifique “avalar ideológicamente” a quién está en el gobierno.
Un keikista emblemático como Du Bois, ha dicho que Vargas
Llosa debe ejecutar la garantía que confirió a Humala en la casona de San
Marcos y el escritor ha contestado que se siente traicionado. Es que estaba
recontra claro que después de jurar por la democracia y el respeto a los
contratos, eso equivalía a una prohibición de reconocer cualquier triunfo
chavista futuro y nunca estar presente en sus juramentaciones de gobierno.
¿Cómo se desprende una cosa de la otra? Vaya uno a saber,
como no está claro como se “ejecuta” la garantía. Lo que sí es una gracia es
que Du Bois y toda su mancha, incluida su esposa, no le hicieran caso al Nobel
cuando llamó al voto contra los herederos de la dictadura en el 2011, y ahora
quieran elevarlo a la condición de sumo pontífice de la democracia en el Perú.
El papel de Vargas Llosa en el juego global contra Venezuela
es conocido ampliamente y se sabía en el trajín de las elecciones del 2011,
como que Ollanta por más alejado que estuviera de Caracas en su segunda
postulación nunca se planteó un ruptura pública con el chavismo, manteniéndose
en un plano de respeto mutuo. Eso también lo sabía varguitas.
Entonces: ¿de dónde vienen las sorpresas? Sin duda, que de
un solo lado: la derecha criolla ha creído que las concesiones de Ollanta, que
han sido muchas, lo convertían en su prisionero y que no iba a hacer algo que
los irritase. Se equivocaron.
24.04.13
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