“Lima merece más”, rezan parte de los
carteles colocados prácticamente en todos los postes de Lima. Junto con ellos
están otros que dicen “Por incapaz” (que los revocadores se niegan a retirar a
pesar de la exigencia del Jurado de Elecciones) y “Lima está parada”, que es
una obvia respuesta a la consigna del No que plantea que “Lima no puede parar”.
En fin, si Lima merece más, ¿qué es lo
que merece? Busquen una respuesta y verán que no hay una sola idea sobre un
nuevo plan para la ciudad, una alternativa a la reforma del transporte, o algo
distinto que hacer con el problema de La Parada, nuevas obras o cualquier cosa.
Tampoco se dice algo serio sobre los proyectos en marcha salvo que la persona
de la alcaldesa sería “incapaz” o incompetente para gestionar a la ciudad, por
eso se le rebela el río, el cerro El Pino y el señor Rau Rau.
Entonces estamos ante un asunto de
personas y no de programas. Es decir “merecemos” a un personaje que es “más”
que la alcaldesa. ¿Y quién es? Obvio. Alguien que como resultado de las
elecciones presidenciales del 2011, está desocupado pero que como exalcalde no
tiene pierde. Puede decirse que según este concepto, todos los limeños y no
solo Villarán, somos unos incapaces frente a Luis Castañeda, y es seguro que si
alguno estuviera en el lugar que este personaje considera su destino natural,
estaríamos camino a una revocatoria, porque “Lima merece más”.
No vamos a negar acá que haya gente en
sectores populares que estima que Castañeda hizo una “buena alcaldía”, es decir
intercambios viales, hospitales, escaleras y lozas deportivas. Harto cemento y
un poco de pequeñas obras para pobres, como el fujimorismo, que hasta hoy tiene
un arraigo importante en los sectores D y E. “Hechos y no palabras” era la
máxima de un dictador feroz que hacía obras, y que 6 años después de ser sacado
del poder fue candidato con muchos votos
de gente de pueblo que ya entonces decía no importa que robe porque hace obra.
O sea que “más”, puede ser más del mismo esquema
de obras-inauguraciones, que no amenaza el estatus quo, tanto de los que
explotan la informalidad y el caos, como de los que sobreviven en la
explotación. Castañeda, García, Fujimori, representan, a estas alturas, un
maquillaje de modernidad para que la realidad de las mafias, permanezca. Y como
el desorden está ahí, se convierten en propuestas autoritarias, de orden a
palos. Y como todo consiste en mantener un sistema corrupto, los gobiernos se
corrompen casi como un efecto del ambiente. Si esto es el “más” que creen que
merece Lima, habrá que estar avisados de que una parte del Perú está empezando
a marchar para atrás.
22.02.13
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