jueves, febrero 14, 2013

Capaces e incapaces


"No es peyorativo ni insultativo, no tiene nada que ver con las cualidades morales. Puede haber un ingeniero muy incapaz y muy correcto moralmente. Eso no tiene nada que ver"
Luis Enrique Tord Romero
Conferencia de Prensa de Solidaridad Nacional

El señor que suscribe las palabras anteriores fue nada menos que el último jefe del Instituto Nacional de Cultura de la época de Fujimori y parece guiarse muy claramente por la fórmula de que la capacidad o incapacidad nada tiene que ver con cualidades morales.

Supongo que para aceptar un cargo de un gobierno al que le brotaban vladivideos, cuentas secretas y otras evidencias de corrupción en grado avanzado uno tiene que sentirse muy capaz de no sentir reparos en la conciencia.

Y para intentar convertirse en la voz ilustrada de personas como Marco Turbio, Vidal, Vílchez, Juárez, Barragán, Mulder, Burgos, etc., a los que ha tratado de civilizar arguyendo que cuando dicen incapaz a Susana no le están faltando el respeto, hay que tener una tremenda incorrección moral, de esas que se adquieren como regidor de Castañeda y candidato parlamentario fallido el 2011.

El relativismo moral de Tord Romero impresiona porque separa brutalmente la capacidad técnica para un cargo de la honestidad y limpieza para el ejercicio del poder. Aparentemente el problema del Perú es de administradores capaces y al diablo con las correcciones morales.

Uno puede discutir de “capacidad” mirando las obras viales de Castañeda y el caos del transporte en Lima, porque el señor se negó a encarar la reforma del sistema y no quiso hacer frente a las mafias que ganan el desorden. O la habilidad del tipo que evadió el traslado de La Parada para evitarse problemas. También se puede discutir la vocación popular de cada gestión de acuerdo al número de escaleras, que son esa especie de pistas para los pobres.

Pero, ¿qué es un hombre que permanece mudo ante graves acusaciones de corrupción, mientras mueve relaciones con fiscales y jueces para no ser acusado, sin haber aclarado sus responsabilidades, e impulsa a sus peones para que le devuelvan la municipalidad en donde cree quedará totalmente blindado?

¿Pueden compararse las capacidades de gestión abstrayéndolas de la moralidad de las gestiones? ¿No es acaso el primer paso de la buena gestión pública el que limpiemos de una vez por todas los reductos de corrupción que están instalados en el Estado?

El señor Tord parece pensar que eso es asunto de incapaces. En cambio, usar el poder para llenarse de dinero y dejar muchas placas con su nombre, esa es la capacidad de los inescrupulosos.

14.02.13
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Marcela dijo...

¿Cómo que la incapacidad en la gestión pública, no tiene nada que ver con las cualidades morales? Claro que la corrupción afecta negativamente a la gestión pública. En las organizaciones especialmente públicas, la práctica de la corrupción consistente en el uso de las funciones y medios de aquellas en provecho (sea económico y de otra naturaleza) de sus gestores, perjudica el desarrollo de las obras o servicios públicos, por tanto impide el desarrollo de una sociedad. Porque la corrupción no es un simple acto de sino más bien un efecto de corromper, de trastocar y alterar la forma de la organización en su conjunto. Por eso debe ser combatido sin miramiento alguno.
Por ejemplo, si algún congresista es claramente partidario de la corrupción, o es uno de los que pretende “pasar por alto” o enmudece frente a las acusaciones de corrupción, también debería ser acusado por cómplice. Por supuesto hay muchos políticos, congresistas sobre todo, que están emparentados con la corrupción y que explican en cierto modo el argumento de los revocadores, con el oportunismo descarado de los apristas y fujimoristas. Así, al Sr. Mulder que también dice “cuando quiera le demuestro a la señora Villarán que es una incapaz, le traigo los documentos de las obras fallidas”, en efecto, la prensa debería exigir a que demuestre primero que no son ciertas las acusaciones de corrupción de su socio Castañeda, de sus camaradas ex-ministros apristas y de su jefe Alan.