Alan jamás ha dicho esa “estupidez”, que no desmintió cuando la contó Bayly, de que la plata le llega sola a los presidentes. No lo dijo, asegura, pero la explicación que brinda sobre sus éxitos inmobiliarios encaja absolutamente con la idea de que llegar en algún momento a tener la banda presidencial es lo más próximo a convertirse en un rentista del cargo al que supuestamente le llueven ingresos de todas partes de modo que puede alquilar mansiones embargadas y al mismo tiempo comprar nuevas casas, mantener las que ya tiene y pasearse en BMW por la ciudad.
Alan García casi no ha ejercido su profesión de abogado, es un escritor deplorable, un expositor de lugares comunes y un director universitario que llegó directamente a ese puesto porque el rector es su íntimo compañero de armas que pudo retener su control sobre la universidad los cinco años en que fue ministro de su segundo gobierno. Pero la suma de su pensión presidencial, los adelantos sobre sus libros, sus conferencias internacionales y los cheques de la Universidad San Martín de Porres le producen según declara una ganancia en año y medio de 3 millones 350 mil soles.
Y pretende que creamos que ese monto se debe a sus cualidades intelectuales y a que tiene cosas interesantes que decir de la economía mundial. Es decir, el mundo paga por oír a Alan, porque así son los cargos presidenciales que cuando se vuelven ex permiten muy buena plata. O será que estamos ante una jugada que encubre un progresivo lavado de dinero de la corrupción y pretende que nos acostumbremos a la idea de un García nuevo rico resituándose en el jet set de la sociedad peruana.
Y esto de aprovechar la coyuntura del escándalos sobre la casa de la suegra de Toledo, para confesar la compra de la nueva casa casi cinco meses después tiene todos los elementos de una jugada alanista para lograr un certificado de haber sido investigado de los que se producen en el Ministerio Público al servicio de la gente con poder.
En el 2001, Ricardo Letts y el suscrito hicimos una denuncia penal con una amplia documentación sobre la responsabilidad de Alan García en la matanza de los penales en 1986. El fiscal hizo todos los trámites de investigación, nos citó y también lo hizo con el denunciado, para luego mandar todo al archivo. Tiempo después supimos que ese era un fiscal aprista que sabía desde el comienzo lo que iba a resolver.
Otro ejemplo interesante es cómo se manejaron las pruebas de los petroaudios y cómo García apareció al principio como gran acusador, para luego redireccionar las investigaciones contra los chuponeadores que grabaron a los corruptos del gobierno. Ahora solo están presos en máxima seguridad los marinos que interceptaron a Canaán, Rómulo y Químper, en sus movidas con diversos contratos del Estado. Y el único que está en la prisión es Don Bieto por salirse del arresto domiciliario.
Y Alan García como si nada de esto hubiera pasado. El juego de “quiero que me investiguen” es clásico en el presidente. Pero mientras tanto aumentan las propiedades a su nombre y la plata le sigue llegando sola aunque diga que decirlo es una reverenda estupidez.
07.02.13
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