Alan García y Mulder están ahora encantados de dialogar con
Cateriano y hasta el fujimorismo está agitando banderas de paz al nuevo
premier, antes declarado “confrontacional” y “provocador”, cuando era miembro
del gabinete Jara con el que “no había nada que dialogar”, y cuando su nombre
era todavía una hipótesis para el premierato.
La necesidad de pasar el trago amargo de tener que otorgar
un forzado y vergonzante voto de confianza a un antiguo enemigo, a continuación
de una excitante y sonada censura al anterior gabinete, obliga a estas
cabriolas del lenguaje.
En el lado irónico va a resultar que reemplazaremos a la
premier más conciliadora y contradictoria que quiso institucionalizar el
diálogo del gobierno con los partidos y fue boicoteada precisamente por Alan y
Keiko; por el sicario del twitter, el nuevo premier Cateriano. Ya sabemos que
en la política los resultados siempre bordean lo paradójico.
Pero aquí el tema es político, porque los naranjas y los de
la estrella, han tenido en mente no es el nombre del premier ni que una u otro
sean mejores o más conciliadores o beligerantes, sino la impresión que habían
logrado de hacer sentirse como la cabeza de una nueva mayoría congresal
opositora, que podía poner en serios aprietos al gobierno.
La réplica de Humala, sea meditada o directamente del
hígado, que designa a Cateriano cuando los censuradores le decían que no lo
hiciera, terminó por mostrar la fragilidad de esa “mayoría” que depende de
multitud de grupos intermedios más o menos pequeños. Era fácil predecir que el
frente de la censura se cayera porque varia bancadas no querían arriesgar su
puesto y porque algunas de ellas estaban precisamente incómodas con el
liderazgo aprofujimorista.
En esta perspectiva hay que entender los reflejos
adelantados de Mauricio Mulder y Martha Chávez, que fanfarronearon de lo lindo
que no darían la confianza y que arriesgarían la disolución del Congreso. Hasta
que el ego colosal y su sombra, la gordita, sin oficio conocido, definieron que
se bajarían los decibeles de la bronca y se aceptaría el diálogo con el
premier. ¿Sobre qué? Eso es lo que nadie tiene claro.
La verdad es que si se revieran las razones de la censura,
se entendería que los dos bandos tenía posiciones super-polarizadas. De un lado
la representante del gobierno a lo sumo reconocía fallas administrativas y
eventuales excesos de algunas personas, sin responsabilidad de las más altas
jerarquías; mientras sus acusadores afirmaban haber estado viviendo en una
siniestra trama de espionaje, con reminiscencia a los peores servicios secretos
del mundo, que servía para el chantaje y la manipulación, y en el que estaba
comprometido el gobierno y especialmente la pareja presidencial.
Bajo esas premisas tan opuestas: ¿cómo y para qué se
dialoga? No lo sé, pero es una buena forma de trasladar las broncas para más
adelante, que es lo que quiso Jara y no lo logró.
08.04.15
1 comentario:
Nada de "anónimo", soy Ambrosio
Por favor no le hagan olas al humalismo. Que se metan en un ropero, pongan el Gobierno y Estado en piloto automático hasta el cambio de mando.
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