De la OEA se dijo que era el ministerio de colonias de los Estados Unidos, o el lugar donde el Tío Sam dictaba órdenes a sus sobrinos del sur del río Grande. También que es el espacio del que se echó a Cuba y al que la isla revolucionaria no quiere volver. La OEA nunca sirvió de nada para hacer frente a la serie de invasiones que los Estados Unidos realizaron contra sus socios del centro y sur de América, ni para doblarle el brazo a las dictaduras auspiciadas y financiadas por Washington.
El fracaso más reciente ha sido el de Honduras, donde el golpe militar se justificó increíblemente con la fórmula de que el presidente que quería consultar si el país en el fondo estaba preparando su reelección y antes que ocurriera lo de otros países, había que derrocarlo. La OEA finalmente transó, porque Estados Unidos transó y porque esa entidad no tiene los mecanismos para contradecir al gigante. Lo mismo pasó con el Perú en 1993-1993, y ha ocurrido muchas otras veces.
Por eso el primer reto del CELAC es proyectar una imagen de la América mestiza como una bloque internacional ajeno a los intereses de los Estados Unidos, que son los suyos y no los nuestros. Hay mucho del sueño de Bolívar en todo esto y no es casual el papel de Venezuela como animadora de este encuentro, como tampoco nadie se sorprende que Cuba recupere un liderazgo continental en el nuevo agrupamiento. Pero como todos sabemos, CELAC inicia su actuación en un mundo marcado por dos factores decisivos: (a) la crisis financiera internacional a punto de convertirse en una recesión profunda o depresión en las principales economías del mundo; (b) el curso de guerra que ha tomado la política exterior estadounidense y que parece imposible de contener, después de la frustrante experiencia del gobierno de Obama.
En un mundo cada vez en mayor crisis y con mayor número de intervenciones militares de las grandes potencias, el CELAC va a ser una importante voz política. Sus impulsores lo saben perfectamente. Amèrica Latina y el Caribe están dejando de ser un patrio trasero. Bien por eso.
11.12.11
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1 comentario:
Habría sido el colmo del cinismo y la sinvergüencería que el comandante Judas hubiera asistido a la cumbre de la CELAC. Porque eso de hacer pasar roche a los EE.UU en Caracas mientras se es servil a los designios estadounidenses en el Perú es el non plus ultra, el ya no ya, el no te pases pe, del descaro.
¿Cómo dejar de ser el patio trasero de los gringos cuando le hemos cedido rastreramente nuestra soberanía económica con la firma del TLC? ¿Cómo se puede hablar de independencia cuando cedemos al chantaje de una transnacional minera, que nos amenaza no solo con demandarnos (CIADI), sino también se atreve a intimidarnos con el espantajo de llevarse a todos sus amigos inversores si no aceptamos sus EIAs truchos, sus relaves contaminantes, su explotación laboral?
Please, somos una colonia. Acéptemelo. Vivimos en el siglo XIX.
Afortunadamente los cajamarquinos están trabajando para cambiar esta realidad. Vale.
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