Cuando estaba en el primer año de la Universidad, una ocurrencia del primer gobierno de Fernando Belaúnde introdujo el curso de instrucción premilitar a las aulas, apenas un año antes de que los militares de verdad echaran al arquitecto en pijamas de Palacio con rumbo a la Argentina. Pero ciertamente hacer marchar escolares era bien diferente que intentar hacerlos con universitarios.
Así que el mayor instructor que el Ejército nos puso al frente para dirigirnos, se encontró cada vez que intentó dictar una clase teórica o salir a una práctica con un feroz desorden, en el que nunca tenía silencio para ser escuchado ni atención para sus indicaciones. Un día el mayor instructor reventó:
- Van a escucharme, carajo…
La clase entonces respondió con una carcajada y un aplauso. Pero de inmediato se hizo un silencio inesperado y el oficial pudo por fin ser escuchado. En adelante, cada vez que el mayor instructor sentía que los alumnos se le estaban desbordando lanzaba un nuevo carajo, y volvía reunir risas y aplausos. Con el tiempo empezó a reírse junto a los muchachos, con la cual se estableció una complicidad que duró hasta fin de año.
Recuerdo todo esto cuando veo al nuevo primer ministro Oscar Valdés no tener la menor idea de cómo desenvolverse en el mundo de las organizaciones sociales. En medio de la gente que reclama contra el proyecto Conga, el comandante Valdés cree que el asunto es tratar de levantar más la voz.
Peor aún, ha creído que si hace dos semanas le ligó el gesto autoritario y la prensa de derecha lo aplaudió a rabiar como si hubiera realizado una hazaña, que esa misma actitud la puede repetir ad infinitum y seguir sacando palmas. No se da cuenta, como si lo hacía mi instructor en la universidad, que junto a los aplausos hay cada vez más carcajadas por su estilo cuartelero.
Que un domingo hace dos semanas Valdés emergiera victorioso de un diálogo fallido que él mismo ayudó a frustrar, rematado con sello de oro por el estado de emergencia que ya habían trabajado con el presidente Humala, con el inmediato resultado de que se replegó la huelga, no quiere decir que va a impresionar si a los quince días vuelve a hacer la misma cosa. Pero todos han visto el “diálogo” de Cajamarca del último martes en el que el primer ministro arranca la sesión y entrega un lapicero al presidente regional para que firme, y ante el intento del otro de discutir las reglas de la reunión, se para y se retira hasta Lima.
Por supuesto que, otra vez, Valdés ha cosechado aplausos y sonrisas de la gran prensa y de los políticos de derecha. Y el nuevo hombre fuerte del presidente hincha el pecho como diciendo que van a ver otros presidentes regionales o dirigentes sociales que se le pongan al frente, como los manejo y si no hacen lo que les exijo, rompo el diálogo y no paro hasta la emergencia. Obviamente, cualquiera con un poco de sentido de realidad dirá que el antiguo instructor de Ollanta está caminando a convertirse en un excelente personaje para los programas cómicos.
No quiero decir que el gobierno regional de Cajamarca haya sacado ventaja de la coyuntura de un acta fácil de firmar y una mesa de diálogo que había que asegurar. Si se quiere entraron al juego del ministro que cree que está acabando con las vacilaciones de Lerner e iniciando una nueva etapa. Pero como van las cosas, Valdés se está volviendo un candidato para superar el récord de no más de cuatro meses en el cargo del último gabinete.
21.12.11
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1 comentario:
A Humala sólo le falta indultar al delincuente Fujimori, para terminar (con broche de plomo) la primera etapa de su gobierno, en la que se esfumaron las esperanzas de sus votantes, en la "gran transformación".
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