Entre la primera y segunda vuelta del año 2006, espontáneos consejeros, entre los que se contaban varios de sus peores críticos, escribían que Ollanta Humala tenía que correrse al centro si quería incrementar en algo su 30.6%. Al mismo tiempo, Alan García, y la prensa que le hacía comparsa, y entre ellos algunos de los asesores no solicitados, lo acusaban de querer blanquearse. “El terrorista de la primera vuelta, va a misa en la segunda”, llegó a decir de Jorge del Castillo, es decir, su pecado era querer correr hacia el centro.
Pero Ollanta no se movió para ningún lado, como después lo reconocieron todos. Mantuvo su discurso y con él fue al debate con García. Y el resultado fue un ascenso hasta 47.35%, es decir, más de 16 puntos que muchos no entienden de donde salieron, pero que fue el fruto directo de la polarización, o sea del momento en que quedamos obligados a decidir sobre opciones claramente diferenciadas.
En la misma votación del 2006, hubo un frente de “centro” que quedó con poco más del 5% de los votos y sectores que se declararon de “centroizquierda” que apenas recibieron unas décimas porcentuales. Finalmente estuvo el Apra de Alan García de la que se dice que ganó por ocupar el “centro”. Pero en realidad llegó segundo en primera vuelta, ganando con las justas y con maña a la candidata de la derecha a la que ayudó a desgastar durante la primera etapa de polarización y a la que sustituyó en la defensa del sistema y del modelo económico, en una posición de cabeza de toda la derecha, en la segunda vuelta.
En el año 1990 y en el año 2000, hubo sendas polarizaciones: la primera entre Vargas Llosa y Fujimori, y la segunda entre Fujimori y Toledo. A su manera hubo una derecha y una izquierda en cada elección, al margen de convicciones ideológicas. Todos los que jugaron al centro, es decir a ponerse en el medio, no definir, fueron borrados del mapa. Y eso ha vuelto a ocurrir en la votación municipal de Lima de este año: una disyuntiva artificial derecha-derecha, se cayó y se impuso una polaridad de extremos en la que desaparecieron todas las variantes de “centro”: Lay, Andrade, Iberico, etc.
La cosa es que los analistas siguen escribiendo como antes, que en el Perú sólo se gana como centro y que eso es lo que habría demostrado el triunfo de Susana Villarán, ya que esta se define como centroizquierda. Es decir durante toda la campaña la acusaban de ser sandía (verde por fuera, roja por dentro) y aliada de extremistas, pero terminada la jornada sus votos se vuelven difusos, de cara sonriente y sin perfil político. Cuatro años antes Susana apostó al centro, enfrentando a la izquierda, y le fue pésimo. ¿Cuál es la lección de todo esto?
Otra vez, además, los consejeros no solicitados de Ollanta le dicen no te juntes con la izquierda que te hace perder el centro. Y a Villarán que no converse con Ollanta si quiere ser de centro. Y a la misma izquierda, que debe renovarse con una postura más centrista, y olvidarse del nacionalismo. Nada de esto por supuesto es desinteresado. La intención obvia es dividir y sujetar a cada una de las partes de lo que podría ser un poderoso frente popular. Lo peor, sin embargo, son los que se la creen y ya están sacando su ticket de centro para el 2011.
27.10.10
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