Alguien calculó que a falta de bombas reales y de subversión verdadera, bien valía mezclar aniversario de la captura de Guzmán con una fiebre de falsas alarmas (pasan de 10 en una semana), a lo que se le incorporó la captura de pintores callejeros que reclamaban la liberación de Abimael Guzmán y un nuevo atentado en el VRAE contra una patrulla del Ejército con el saldo de dos oficiales muertos. Un mix de alto octanaje como para poner los pelos de punta al país en las primeras semanas del gobierno de Ollanta Humala y que Perú 21 titula audazmente: “Vuelve Sendero”.
Lo curioso es que la gente de la calle da la impresión de no estar demasiado asustada ni de creer que hemos vuelto a los 80 o 90. A diferencia de otras veces se percibe más bien una cierta tranquilidad reflejada en los estudiantes universitarios que recordaban haber hecho prácticas de evacuación. Por fin el país está empezando a entender que el Sendero derrotado militarmente y tratando de reinsertarse en la política legal y sacar a sus presos de las cárceles, no puede ser igual al grupo armado que se mantiene en el VRAE buscando el enfrentamiento con el Estado y cubriendo las vías del narcotráfico. Y todo esto, además, es diferente a los que desde un teléfono clandestino o un titular de prensa intentan desestabilizar a Ollanta para después decir que no puede controlar la violencia.
Felizmente el Perú empieza entender que la memoria de la violencia ha venido siendo manipulada muchas veces en su contra. La pregunta es ¿a quién le conviene el miedo e imponer el cambio de la agenda social por un esquema autoritario? En ese punto tal vez esté la respuesta para saber quién está marcando el teléfono esta vez.
18.09.11
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