Los mismos que apretaron entusiastamente el botón verde para
aprobar la Ley Pulpín, y se arrepintieron de inmediato cuando vieron la
reacción masiva de los jóvenes, le están diciendo capitulador al gobierno que
cedió en Pichanaki y exigió a Pluspetrol que hiciera sus maletas y se fuera en
tres días de la zona.
La coherencia nunca ha sido un don de la derecha criolla.
Por eso, ceder en Lima puede ser una muestra de realismo político y mantener la
represión (que ya había costado un muerto) en la selva, puede ser el único
camino de hacer respetar la ley. De
hecho detrás de esta obvia contradicción está batalla de las marchas contra la
norma dicada por la Confiep, que abría el camino para retroceder derechos
laborales.
El gobierno, tal parece, ha entrado en pánico de que los
conflictos se salgan de control, lo que incluye no sólo al sector de la
protesta, sino a la propia policía que usa armas de fuego contra pobladores
desarmados y otras barbaridades que se están sancionando para que quede claro
que no fueron órdenes del gobierno. Pero la derecha también tiene sus propios
miedos, porque si se mira bien la revuelta de Pichanaki se les metió en la
agenda cuando los medios y la derecha política no hablaban de otra cosa que de
las cuentas de Nadine.
En sustancia, el gobierno quiere alguna forma de paz social
coronada por el “diálogo”, y la derecha que le pongan lo más lejos posible las
protestas. Este esquema parece que va
prevalecer en este año preelectoral, que se está viniendo muy movido.
Para los movimientos sociales, la oportunidad es interesante, porque como se ve
se pueden imponer retrocesos y sacar reivindicaciones como el ya ofrecido
aumento del salario mínimo, propuesto ni más ni menos que por Nadine Heredia,
que por el mismo tema hizo caer el gabinete Villanueva.
Los comportamientos de las elites políticas son inusuales,
por lo mucho que se está jugando en la elección del 2006: posibilidad de
hegemonía derechista en el poder; y en ese contexto los pulpines y Pichanaki,
hacen de perfectos aguafiestas porque ponen a cada fuerza política ante su responsabilidad.
Las masas en las calles eran el actor político que las encuestas no tomaron en
cuenta y que puede dar lugar a variantes inusitadas.
Todavía hay una lista grande de problemas en diversas partes
del país en los que el gobierno podrá confirmar si ahora su línea es
dialoguista y de concesión a la presión social, y la derecha y sus grandes
medios quedar desenmascarados en su papel de representantes de las grandes empresas.
Eso no va a cambiar la opinión de la gente ni en el gobierno ni en los
neoliberales extremos, pero va a darle a la elección ingredientes nuevos que
pueden ayudar a la forja de alternativas a lo que ya se daba por negocio
cerrado.
14.02.15
www.rwiener.blogspot.com
1 comentario:
Nada de "anónimo", soy Ambrosio
Recomiendo la opinión de “Otro Anonimo” (febrero 14, 2015 6:50 a. m.), en el artículo
"Berckemeyer versus la zarina", por Raúl Wiener
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