domingo, febrero 15, 2015

Pichanaki después de Pulpín

Los mismos que apretaron entusiastamente el botón verde para aprobar la Ley Pulpín, y se arrepintieron de inmediato cuando vieron la reacción masiva de los jóvenes, le están diciendo capitulador al gobierno que cedió en Pichanaki y exigió a Pluspetrol que hiciera sus maletas y se fuera en tres días de la zona.

La coherencia nunca ha sido un don de la derecha criolla. Por eso, ceder en Lima puede ser una muestra de realismo político y mantener la represión (que ya había costado un muerto) en la selva, puede ser el único camino de hacer respetar la ley.  De hecho detrás de esta obvia contradicción está batalla de las marchas contra la norma dicada por la Confiep, que abría el camino para retroceder derechos laborales.

El gobierno, tal parece, ha entrado en pánico de que los conflictos se salgan de control, lo que incluye no sólo al sector de la protesta, sino a la propia policía que usa armas de fuego contra pobladores desarmados y otras barbaridades que se están sancionando para que quede claro que no fueron órdenes del gobierno. Pero la derecha también tiene sus propios miedos, porque si se mira bien la revuelta de Pichanaki se les metió en la agenda cuando los medios y la derecha política no hablaban de otra cosa que de las cuentas de Nadine.

En sustancia, el gobierno quiere alguna forma de paz social coronada por el “diálogo”, y la derecha que le pongan lo más lejos posible las protestas. Este esquema parece que va  prevalecer en este año preelectoral, que se está viniendo muy movido. Para los movimientos sociales, la oportunidad es interesante, porque como se ve se pueden imponer retrocesos y sacar reivindicaciones como el ya ofrecido aumento del salario mínimo, propuesto ni más ni menos que por Nadine Heredia, que por el mismo tema hizo caer el gabinete Villanueva.

Los comportamientos de las elites políticas son inusuales, por lo mucho que se está jugando en la elección del 2006: posibilidad de hegemonía derechista en el poder; y en ese contexto los pulpines y Pichanaki, hacen de perfectos aguafiestas porque ponen a cada fuerza política ante su responsabilidad. Las masas en las calles eran el actor político que las encuestas no tomaron en cuenta y que puede dar lugar a variantes inusitadas.

Todavía hay una lista grande de problemas en diversas partes del país en los que el gobierno podrá confirmar si ahora su línea es dialoguista y de concesión a la presión social, y la derecha y sus grandes medios quedar desenmascarados en su papel de representantes de las grandes empresas. Eso no va a cambiar la opinión de la gente ni en el gobierno ni en los neoliberales extremos, pero va a darle a la elección ingredientes nuevos que pueden ayudar a la forja de alternativas a lo que ya se daba por negocio cerrado.

14.02.15
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada de "anónimo", soy Ambrosio

Recomiendo la opinión de “Otro Anonimo” (febrero 14, 2015 6:50 a. m.), en el artículo
"Berckemeyer versus la zarina", por Raúl Wiener