Como todo en esta vida, la “licencia” de Jorge del Castillo tiene dos maneras de interpretarse: (a) como una derrota del secretario general que se impuso con todo en marzo, y que no quería dejar el puesto, desde donde podía politizar su defensa; (b) como una maniobra pactada entre García y el “tío George”, para la mutua sobrevivencia, que se propone bajar las aguas, para regresar en un mes y medio a la situación anterior. Y es verdad que hay de las dos cosas. Pero el punto clave no es eso, sino la tendencia que marca los acontecimientos, que hacen ver como lo más probable que Del Castillo no pueda levantarse políticamente ni volver al cargo, al mismo tiempo que advierten también que es casi seguro que una vez más García se salvará con la campana.
No puede haber la menor duda que el ex premier es el más golpeado y desgastado de la crisis política que aún no termina. En el tema de los petroaudios se ha convertido en personaje principal, lo que no es una casualidad ya que precisamente su papel en los años en la PCM, fue erigirse en intermediario y filtro de los inversionistas que querían pactar con el gobierno. Rómulo, Bieto y otros eran sus puntas para estas tratativas, por eso lo mencionan a cada rato y hablan de los encargos que le dejaron y los compromisos que le extrajeron, cuando se dirigen a las empresas que los contratan o a los funcionarios que deben abrirles algunas puertas.
Del Castillo ha fracasado en “naturalizar” esta actividad, debido no sólo a la clara intimidad que mantenía con los lobistas, o al desparpajo con que algunos diálogos mencionan su obsesión por hacerse candidato y la bolsa que se podía armar para ponerlo finalmente en Palacio, sino porque ya han salido a estas alturas suficientes evidencias de enriquecimiento patrimonial nada transparente que lo ha puesto en el ojo público. Es lo que lo diferencia de García, Rey, Flores Araoz y otros, que todavía pueden decir que sí se reunían con las empresas y atendían sus solicitudes, pero que lo hacían “por el bien del Perú”, lo que quiere decir que todavía están a cubierto de las grabaciones clandestinas.
Del Castillo no quería dejar la secretaria general, cuando Alan García le pidió al director de un diario amigo que lanzara lo del ultimátum presidencial: si no se van los secretarios el que se iría sería Alan García, que despejaría de apristas su gabinete y los principales cargos públicos. Si esto desató algún pánico en el partido, no es fácil saberlo, pero lo cierto es que hizo pensar al “Tío George” sobre hasta dónde podía llegar su antiguo defendido, para salvarse. Tal vez por eso tanta insistencia en la palabra “lealtad”, en una crisis que es de corrupción. Y que García haya aceptado desmentir a su bocinero y abrazarse con Del Castillo en Palacio, para difuminar hasta donde se puede la imagen de patada en el fundillo, que tiene esta licencia forzada.
Es por eso que se puede decir que lo que queda de la maniobra es otra vez García decidiendo sobre la vida y la muerte del resto, mientras nadie se atreve a tocarlo.
04.05.10
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario