A propósito de mi nota “Dos elecciones” (01.02.12), alguien ha repetido la cantinela que los campesinos engañados de los que hablo que en la segunda vuelta del 2011 habían creído sacarse el clavo de la anterior y de tantas otras derrotas, en realidad bien merecen lo que les ha pasado porque solo lograron el 31% en la primera vuelta y por tanto el candidato para seguir en la carrera tuvo que ceder su programa donde estaba eso de la conservación del agua, la revisión de los contratos mineros y otras.
Así que según este ilustrado parecer ganarle a todos los demás partidos y llegar a la vuelta definitoria no genera ningún derecho, y que son los que pierden los que consiguen la opción de colocar sus propuestas bajo el riesgo de ayudar a ganar al que llega en segundo puesto. Con eso se está diciendo que este es un sistema hecho para el trueque de principios por poder. Más aún, si se toma en cuenta que los que pactan son unas cuantas personas del lado de los partidos involucrados sin ninguna consulta con las bases o con los votantes de la primera vuelta.
En el caso específico de Ollanta Humala, la explicación de que se cambió de bando porque “solo tuvo 31% en primera vuelta”, que se escucha a cada rato, es aún más insostenible. De un lado porque él vivió cinco años antes la experiencia de convertir el 30% de primera vuelta en 47.5% de la segunda, teniendo un adversario con mucha más cancha política y de cualquier modo con menos resistencias que Keiko Fujimori, sin dejar su programa.
La pregunta cabe: ¿hubieran votado los electores de Toledo por la hija del dictador al que su líder ayudó a derrocar?, ¿qué fue lo que trajo al “cholo” a sumarse a la campaña de Ollanta?, ¿la “Hoja de Ruta” o el hecho de que sus bases se iban naturalmente al lado del comandante? Ciertamente todos podían entender que se hicieran concesiones y compromisos con el eventual aliado, pero no que se echase al tacho el programa entero para adoptar otro. O era, como dicen algunos, que la asesoría brasileña estaba incómoda desde el principio con el documento de “La Gran Transformación”, e inventó eso de sustituirlo, en vez de precisarlo, con una “Hoja de Ruta”.
En todo caso lo que estamos diciendo es que Ollanta no quería que los campesinos de Huancavelica, Cajamarca o el resto del país, su base popular y su propio partido, entendiesen el viraje por etapas que fue toda la campaña y que aún no termina. Por eso el discurso de “agua sí, oro no”, es de segunda vuelta aunque no figure en la “Hoja de Ruta”, o tantas veces que dijo en reunión de círculos de apoyo a su candidatura que la forma que estaba usando era la única para ganarle a la derecha, pero que después pondría de rodillas a sus enemigos.
Yo no creo que fuera la dinámica de las elecciones la que cambió a Ollanta Humala. Al revés, algún día se aclarará que la reubicación del candidato estuvo por delante de los episodios de la campaña y se justificó en ellos. El 31% que votó en primera vuelta y una importante porción del 20% que se añadió en la segunda fueron vulgarmente estafados. Y es normal que ahora pidan cuentas.
04.02.12
www.rwiener.blogspot.com
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