El orden neoliberal se tambalea a lo largo del mundo y las crisis de las instituciones dominantes es casi completa en el corazón de la vieja Europa, mientras Estados Unidos todavía maniobra para salvar a su banca, en medio de un mar de desempleo, y la China sufre el impacto del primer frenazo de su economía en más de 30 años.
Pero en América Latina el mercado libre todavía goza de buena salud. Las economías privatizadas y abiertas siguen creciendo y aún los gobiernos de izquierda del subcontinente no se meten a fondo con el modelo que cuestionaban y limitan su propuesta a hacerlo más inclusivo.
Es verdad que hay mucho de ilusión exportadora en todo esto. Pero por ahora la mayoría de los pueblos están más interesados en políticas redistributivas que en cambios estructurales. Eso ocurre en cadi todos los países, menos uno. Precisamente en el primero que apostó a la liberalización y se convirtió en el modelo que las derechas latinoamericanas quería importar para sus propios países.
Ese país es Chile, el que comenzó la contrarreforma de su sistema económico a mediados de los años 70, como una secuela del golpe militar, cambiando una historia que hasta entonces había colocado a la economía sureña como una de las más “cepalinas” de América del Sur, lo que quería decir en el lenguaje de la época industrialista, proteccionista y con fuerte intervención del Estado.
Pinochet ordenó matar la industria chilena por demasiado cara, abrir el país para que entrara todo lo extranjero, apoyar con todo al sector primario exportador y a los productos semielaborados (agroindustria, forestales, pesca), y reducir el tamaño y la participación económica del Estado.
Todo esto apuntaba teóricamente a una mejor división del trabajo entre la inversión privada encargada de lo económico y lo público orientado a lo social. Pero muy rápidamente todo lo social se volvió económico en lo que tenía de negocio y se reservó la acción pública al segmento de la sociedad que no podía pagarse por si solo el acceso a los bienes sociales como la educación, la salud, el agua potable y otras.
El sistema chileno logró perfeccionar poco a poco la aplicación del principio de que todo se paga y no hay lonche gratis. Así el que recibía una prestación estatal, por ejemplo una beca de estudios, la tenía que repagar cuando estuviera insertado en la economía. Estos conceptos rebotaron hacia los países vecinos, pero nadie logró aplicarlos con la meticulosidad y coherencia que les impuso la dictadura chilena, que gobernaba con una pistola en la nuca de los ciudadanos.
En 1988, un referéndum armado para prorrogar a la dictadura, se le volteó a sus convocantes y los obligó a un retiro inesperado, cuando ´las resistencias de la calle todavía eran débiles y el poder del militarismo chileno aliado de la tecnocracia neoliberal, y asentado en la derrota de las izquierdas estaba básicamente intacto.
Pero el mismo acto del referéndum estaba amarrado tramposamente a otro resultado ya que el sólo acto de votar significaba aceptar la validez de la constitución pinochetista y la continuidad de las instituciones dictatoriales. Así la coalición de partidos democráticos que se impuso al régimen y obligó al general a replegarse a sus cuarteles, preparando su inevitable retiro, terminó aceptando unas reglas que mantuvo básicamente intactas durante 20 años y que fueron determinantes para su desgaste y su final derrota en las elecciones del 2010.
Elegido Piñera, podía haberse dicho que el modelo estaba más fuerte y que la Concertación y el pinochetismo habían consolidado un sistema de alternancia para que las cosas permanezcan básicamente igual, como sucede en Estados Unidos. Los demócratas se habían hecho más neoliberales e institucionales que lo que se hubiera esperado de ellos, y los herederos de la dictadura más dispuestos a jugar en la regla electoral controlada de lo que creían algunos.
Todo esto hasta la rebelión estudiantil que nadie anticipó.
¿Cuál es el meollo de la protesta? Nada menos que la naturaleza mercantilista e individualista del mecanismo educativo que lo torna discriminatorio, elitista y usurero. Y aunque no pareciera a primera vista, esta crítica está tocando el meollo del sistema vigente durante tres décadas.
Lo que no se pudo decir contra la inmensa cadena de TLC que han hecho de Chile el campeón del mundo en apertura de mercado; o contra el libre movimiento de capitales que ha expandido a la burguesía mapocha por varios países de América Latina; y ni siquiera contra las normas laborales que han fortalecido la posición del capital frente al trabajo; se ha afirmado contra la estructura educativa que es la que provee de fuerza de trabajo a la economía neoliberal.
Precisamente los chicos chilenos se han dado cuenta que ellos son meros peones de un juego de grandes intereses y se han alzado contra esta anulación de sus aspiración a ser actores del desarrollo de su país. La consigna de educación gratuita t de calidad, que equivale a decir señores ricos paguen sus impuestos para que la educación sea un derecho de todos, subraya la idea de que el neoliberalismo ya tocó un límite.
Pero si se ve más allá se descubrirá que los estudiantes han dejado de estar solos y los acompañan sus padres, sus maestros, los trabajadores y el país entero. La reforma que la concertación no quiso hacer y que al pinochetismo reciclado le parece una aberración, ha unido hasta ahora al 80% de la sociedad chilena, como no había ocurrido nunca antes.
Por eso se entiende que en el único país de esta parte del mundo en el que ya están activos los primeros indignados sea el mismo que empezó el viraje a la derecha que todos hemos sentido en la carne. Anuncios de nuevos tiempo.
23.10.11
www.rwiener.blogspot.com
1 comentario:
HOLA...OYE, TONTOLIN, COMO TE REGODEAS...COMO SI FUERAS TAN BUENO, COMO PARA LOGRAR ALGO SUPERIOR...
SEGURO, TU IDEAL ES EL HUACHAFON SOCIALISMO LIMOSNERO DE HUGO GORILA, TU GRAN DEMOCRATA !!!...
PAYASON, VETE A FREIR CORONTAS, BORRICAZO...GRACIAS
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