Después de la presentación de la ministra de la Mujer en el Congreso, los congresistas del PPC, Marisol Pérez Tello y Alberto Beingolea, se pasearon por los canales de televisión y la radio lanzando un solo mensaje: la ministra había estado soberbia y agresiva, cuando lo que se esperaba de ella era solamente una palabra: perdón, que no pronunció. A esto, por cierto, se agregaba la precisión de que nadie creía que tuviera responsabilidad directa en las muertes, pero que sí había errado en las formas de afrontar la situación.
Pero lo cierto es que en el discurso de la Mocha están consignados dos pedidos de disculpas por los errores graves de forma que alimentaron la crisis y dificultaron centrar el problema donde se debía: primero el asunto del baile (que generó disculpas por escrito casi inmediatas, reiteradas en la presentación ante el Congreso) y segundo el retraso del viaje a Cajamarca. Ambas autocríticas están ahí y no vale la pena tratar nuevamente de explicar por qué es que se produjeron los errores, porque las explicaciones siempre suenan casi a justificación.
Entonces, ¿qué clase de otro perdón le están pidiendo a la ministra?, ¿no será que los temas de la izquierda insensible, del gobierno de la inclusión que culpa a los excluidos y de los críticos del pasado a los que se le mueren los niños, tienen demasiada carne para los que quieren encontrar algún carril para iniciar una oposición más o menos real y que hoy no existe?
En otras palabras no ven, ni pueden ver, los pedidos concretos de disculpas de la ministra a las madres y pobladores de Redondo, porque necesitan no verlos. Ven agresividad y fuerza en García Naranjo, porque la quieren sometida y derrotada, y por supuesto creen que a ellos les corresponde atacar y al nuevo gobierno bajar la cabeza. Pérez Tello y Beingolea hicieron sin avergonzarse un claro papel de ideólogos de la barra brava fujimorista del Congreso, que había llegado con sus discursos escritos, no para opinar sobre el discurso de la ministra, sino para insistir en que poco menos había matado a los niños y no lo quería reconocer echándole las culpas a las madres cocineras.
Esta lógica de articulación derecha-fujimorismo, se puede descubrir nítidamente en el artículo de estreno en Perú 21 de la Chichi Valenzuela, que celebra, casi con baile y no disimulada alegría, que variopinta, definiéndole un adversario inconfundible: la izquierda del gobierno, otorgándole un delicioso foco de ataque en la supuesta insensibilidad de la ministra “radical”. Lo mismo puede deducirse del titular de El Comercio del día viernes: “García Naranjo elude su responsabilidad política”.
¿Pero cuál es la “responsabilidad política” que se está pidiendo que asuma y que no se expresaría en el discurso de la Mocha? Digo esto después de los informes técnicos de criminalística policial y DIGESA (sector Salud), que han dado categórica confirmación a la declaración inicial de la ministra: (1) los alimentos del PRONAA no estaban contaminados, (2) el mismo producto al que se le encontró contaminación en una cacerola, no se le encontró en otra, o sea la contaminación se produjo en el proceso de la preparación y no proviene de la compra, el almacenamiento y la distribución que están a cargo del PRONAA, al margen de todos los problemas que efectivamente existen en esta institución estatal y obligan a reestructurarla.
Parece que la única manera en que hubiera “asumido su responsabilidad” era si renunciaba y decía hemos fracasado en hacernos cargo de este Estado que ustedes crearon y siempre administraron, con una larguísima cadena de muertes que nunca fueron discutidos en el Congreso y por los que nunca pidieron perdón, así que se lo devolvemos.
08.10.11
www.rwiener.blogspot.com
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