Crimen imperdonable

Lo que le faltaba a estas elecciones para convertirse en una mala copia de los años 90, eran senderistas, de cualquier ala, matando policías para hacerse notar. Hacia meses que a punta de golpes, las huestes de los hermanos Quispe se habían replegado, perdido espacios y presencia política. Desde ese punto de vista puede apreciarse la acción cobarde de matar a los que no está esperando un ataque, por el puro afán de estar presentes en las noticias de la elección.

Porque no van a impedir la votación ni orientar los resultados, salvo quizás reforzando a los sectores más reaccionarios. Es la prueba más cabal de que el espacio para aventuras militaristas selváticas se cerró hace tiempo y que la continuidad del conflicto focalizado sólo es parte de una disputa local por el control de las redes del narcotráfico. Obviamente, la fauna gritona de derecha ha recibido este crimen injustificable, como si fuera un refuerzo adicional para ciertas campañas que nada tienen que ver con el VRAEM.

Por ejemplo Martha Meier, cuándo no,  ha dirigido sus tiros contra el Ojo que Llora y el Lugar de la Memoria (que aún no ha sido inaugurado), calificándolos de mamotretos porque en un caso le han dicho que entre las piedras hay nombres de víctimas como las de los penales de 1986 (que también fueron víctimas), y en el otro sin que sepa siquiera lo que va a contener, por el sólo hecho de pretender evitar que olvidemos una de nuestras mayores tragedias históricas.

Debe ser que la zarina de la prensa concentrada cree que en estos espacios, que el fujimorismo de sus amores ataca con saña implacable, se planearon las muertes de los policías o porque ahí se les amarró las manos a las fuerzas de represión para actuar en la selva de Ayacucho, Junín y Cusco. Es decir debates deliberadamente falaces, como quién se quiere ganar alguito con la desgracia ajena.

Esta fuera de dudas que lo del VRAEM va a demorar en ser erradicado, sobre todo si se insiste en soluciones puramente militares y en decisiones equivocadas como el aeródromo de Pichari desplazando campesinos o bombardeos de poblaciones con muertes de inocentes. Pero lo que es verdad es que el debate sobre cómo cerrar las heridas de la guerra ya ha empezado hace tiempo en el país, aunque hallan los que siempre buscan pretextos para reabrirlas.

Decir que lo del viernes es algo así como un nuevo Chuschi, es casi como postular que la guerra recomienza y que de aquí seguirán nuevos Cabitos, Cayaras y autogolpes, con lo que quedaría justificada la guerra sucia y el oscurantismo militarista que quiso dominarnos por muchos años. Si a eso sumamos la vuelta del autoritarismo corrupto y el dominio de la gente por la gran prensa, el cuadro empieza a estar completo. Con la colaboración de los Quispe Palomino que decían ser otro Sendero.

05.10.14

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