Eda Rivas era la anodina cara exterior del gobierno de
Humala, y en ese papel viajó hace muy poco viajó, junto al presidente, para
estar presente en la reunión del Grupo de los 77, en Santa Cruz, Bolivia. En el
momento sin embargo en que eran llamados a la mesa para exponer ante el
auditorio, se habían ido sin despedirse y ya se encontraban en el aeropuerto
para tomar el avión de regreso a Lima, porque según se dice Ollanta estaba
preocupado de llegar lo más temprano posible en la víspera del día del padre.
Samín era un excelente pretexto, como se ve, para no tener que decir algo sobre
el acoso financiero a la Argentina y otros problemas de tercer mundo como
Siria, Irak, Venezuela.
Walter Albán, a su vez, era la cara interna de un gobierno
acorralado por la derecha que lo hace responsable de la delincuencia y la
inseguridad que se siente en las calles. Y aquí también, la marca de estilo era
la evasiva a adoptar alguna política concreta. El ahora casi olvidado caso
Movadef, fue una buena demostración de lo que es inventarse una victoria cuando
se tiene las manos vacías. Como resultado todavía quedan algunos detenidos que
nadie sabe de qué se les acusa si ya se cayeron las denuncias sobre terrorismo,
financiamiento del narcotráfico y tratos con la casi desaparecida organización
senderista del Huallaga. Albán, por supuesto, no sabía ni como mentir para
disfrazar de éxitos una gestión, también anodina, que no iba a ninguna parte.
Finalmente, Carlos Paredes, era el amigo que le quedaba a la
pareja gobernante para los proyectos de mayor dinero y para tener alguien a
quién enviar a que converse con Castilla. Nadie conoce algún mérito de este
señor, salvo el de haberle pagado a Nadine una remuneración por aparentes
trabajos para sus empresas en la larga campaña 2006-2011. Su alejamiento y
reemplazo por un hombre más en el juego directo de Miguel Castilla, no hace
sino confirmar que la tecnocracia es la marca más visible del actual régimen,
que es como decir que de tanto ceder al MEF, Humala ya no dirige nada del
Estado a su cargo, sino que el funcionariado económico relacionado con los
organismos internacionales y las grandes empresas y que sentó sus dominios en
los años 90 en el ministerio del Jr. Junín son los que lo dirigen a él.
El cambio de junio
Pero, ¿cuál es la decisión que está detrás de la despedida
de tres ministros no extrañables, como casi todos los del actual gobierno, y el
significado de cada uno de sus reemplazos? Para empezar, diremos que Rivas se
va porque se considera básicamente acabado el ciclo marcado por el fallo de La
Haya, lo que no es igual a que no haya todavía varias tensiones pendientes en
relación al tema, algunas que pueden exasperarse (el asunto del triángulo
terrestre y del comienzo de la frontera no marítima), lo que podría favorecer
el argumento de que se necesita alguien con mayor experiencia. Pero es evidente que lo esencial del cambio
no está allí, sino en la entrega de la conducción de la diplomacia directamente
a los funcionarios de Torre Tagle, que hace tiempo refunfuñaban porque no se
nombraba a embajadores de carrera para el cargo de ministro.
No por nada, antes de la salida de la ministra, se ordenó el
regreso a Lima de la mayoría delos embajadores políticos, que son los puestos
por el gobierno y se despejó la cancha para el nuevo canciller. Gonzalo
Gutiérrez es efectivamente un hombre de adentro, que además ha estado a cargo por
Relaciones Exteriores de las negociaciones del TLC con los Estados Unidos, por
lo que se puede suponer cómo entiende la política exterior. Para los entendidos
esto significará un reforzamiento de la prioridad otorgada a la Alianza del
Pacífico y al alineamiento del Perú con los Estados Unidos, que hasta ahora se
ha ido insinuando con diversos silencios oficiales, y a su vez un alejamiento
respecto a UNASUR, CELAC y el bloque del Atlántico. Esto, curiosamente, cuando
en Chile se insinúa la ruta inversa bajo el gobierno de Bachelet.
En materia de transportes se debe tener presente que Paredes
se va en el momento justo en que había sacado adelante la licitación para la
Línea Nº 2 del Tren Eléctrico, por un monto alrededor de los 6 mil millones de
dólares y que estaba siendo ametrallado por una lista de objeciones técnicas y
políticas. La obra que está asociada a los sueños de pequeña grandeza de
Ollanta Humala, va a ser también seguramente la que más se va a investigar para
descubrir la corrupción que se podría presumir en el actual gobierno. Por eso
lo mejor es ponerla en las manos de un tecnócrata por encima de toda sospecha,
como hasta ahora aparecen todos los que han pasado por el MEF. Paredes que ya
tiene en su récord la renovación del
contrato a Telefónica, a pesar de mantenerse impaga la deuda tributaria de la gigante
española de las comunicaciones, tenía, sin duda, demasiados flancos vulnerables
para seguir donde estaba sin alimentar la sospecha de que tenía alguna tarea
especial que le habían asignado sus amigos Humala-Heredia.
El nuevo ministro Gallardo ha sido definido por algunos como
un aliado del de Produce, Piero Ghezzi, que como todos saben aspira a suceder a
Castilla llevando bajo el brazo las recetas que precisamente elaboró en un
libro escrito al alimón con José Gallardo. Sin embargo, Cecilia Blume, que sí
sabe de estas cosas, como que es socia de la hermana mayor del ministro de
Economía, y ambas actúan como sus protectoras, ha aclarado que el nuevo
ministro de Transporte va a funcionar en la órbita estrictamente tecnocrática
bajo las riendas de Castilla. Su papel como director del BCR corroborarían esta
hipótesis. Algo más, como para no perder la costumbre, se está corriendo la voz
que Gallardo también es íntimo de Nadine y que fue el que recomendó a Ghezzi.
La idea es por supuesto que creamos que la señora sigue manejando todo a golpe
de relaciones personales.
Visto en conjunto el gabinete Cornejo es ahora casi 99%
tecnocrático. Todos los sectores económicos y sociales están en manos de una
patota que responde a la misma orientación. Fuera de ellos, a los llamado
“caviares”, o si se quiere a los abogados centristas vinculados a García Sayán
y Vargas Llosa, ya sólo les queda sino cuatro puestos, casi desmantelados
(Ambiente, Cultura, Defensa, Justicia). Más allá está la ministra Jara, que
hace las de la vocera política, más de la primera dama que del presidente, y
que se presume que dejará su cartera en julio para postular a la presidencia
del Congreso, y el nuevo ministro militarote que viene de la represión a los
mineros informales hacia la represión general.
Interior
De lejos, por cierto, el más importante cambio de estos días
es el relacionado con la cartera del Interior, donde el gobierno realmente se
está dando un bandazo de ida y vuelta. En julio del 2012, después del
premierato Valdés y sus desafortunados ministros Lozada y Calle, el presidente
giró de un día para otro de la mano dura e impune que le había autorizado a sus
ministros para enfrentar los conflictos sociales, hacia una más blanda y
errática, personificada primero por Pedraza y luego por Albán, recomendados del
expremier Jiménez. Ambos no satisficieron a nadie pero bajaron el tono de
enfrentamiento y evitaron que se siguieran sumando muertos a la cuenta de
Humala, con el sencillo expediente de tirar para adelante los conflictos.
Hoy, junto con todo el discurso sobre la inseguridad
ciudadana, que Urresti pretende encarar con gestos de policía maloso, subyace
el problema de la resistencia social a algunos de los más grandes proyectos
mineros. Y si se trata justamente de estimular la inversión, la pieza que
complementa el paquete de Castilla y la CONFIEP, es un ministro que como hace
dos años y medio esté dispuesto a aplastar las protestas. Que Humala repita una
fórmula ya fracasada no extraña por la falta de ideas que muestra frente a los
desafíos del poder. Si Castilla insiste en que la falta de inversiones se
resuelve regalándole plata a los inversores y desregulando lo poco que está
regulado, Humala lo complementa con la paparrucha de un general ministro
dispuesto a pelearse con todo el mundo. Ya sabemos que resultará de todo esto.
30.06.14
Publicado en Hildebrandt en sus Trece