lunes, diciembre 30, 2013

Machismo PHD

Cuando sucedió el incidente del ministro de Trabajo pegalón que por asegurarse un más rápido regreso a Lima se la emprendió a empujones con una trabajadora de una línea aérea en Arequipa, se pudo pensar que a pesar de que el tipo era casi un emblema del “castillismo”, lo que se pudo comprobar con su regreso al MEF luego de ser “renunciado”, su falta era de su entera responsabilidad y que, como se suele decir, estas cosas ocurren hasta en las mejores familias…

Pero ahora que el viceministro de economía José Gasha Tamashiro, agarró a golpes a su esposa en un carro oficial y la arrojó a la vía pública en pleno movimiento, hay que convenir que los muchos títulos que los habitantes de la isla de excelencia que dicen que es el MEF exhiben, y con los que atarantan al presidente para asegurarle que sólo ellos pueden mover cifras de cientos y miles de millones, no incluyen algún curso de buenos modales y de respeto a las mujeres.

El tema es aún más grave, porque apenas sabida la noticia, Gasha Tamashiro ha repetido la conducta del exministro Villena de hace casi un año, al negar los hechos, a pesar de los testigos y buscar a través de versiones insólitas salvarse del dedo público que lo señala como agresor. ¿Por qué en un gobierno de familia como lo ha definido el presidente Humala, en el que el protagonismo de la primera dama pretende dar a entender que hay un nuevo rol para las mujeres, aparecen casos como estos y que por alguna razón comprometen al lado tecnocrático del régimen?

Una hipótesis es que hay un sector que sólo aparenta pegarse al discurso oficial y en este, como en otros aspectos, responde a una mentalidad totalmente distinta. Allá el presidente si creyó que había ganado a Castilla y su tribu, a las ideas con las que arma sus discursos, cuando ellos están totalmente convencidos de haberse ganado al presidente para que haga lo que ellos quieran. No es sólo el caso de este machismo con autoritarismo que les brota tan naturalmente. Se puede ver en las trampas del MEF a los pensionistas de las Fuerzas Armadas, a los jueces y a otros sectores que están siendo burlados sistemáticamente, que el del mechoncito puede vender imagen de profesional serio, pero está totalmente empapado de las artimañas con las que el MEF maneja el dinero de todo el aparato público. El caso de Petroperú es también una muestra de cómo engañar al presidente y al país y con el cuento de fortalecer la empresa terminar completando la privatización de Fujimori.

Pero en el país aún falta mucho para hacer conciencia de lo que significa la banda del MEF y se les sigue tratando como intocables. Como ocurrió con la elección de los miembros para el directorio del BCR, que fueron seleccionados al 100% de ese sector político-tecnocrático. Y ahora, con el silencio otra vez demasiado largo del presidente, la primera dama y el primer ministro, sobre el caso Gasha.  

30.12.13
www.rwiener.blogspot.com

Las tres crisis del año 2013

A manera de balance

Muchas cosas han marcado el año que termina: descenso abrupto de la aprobación presidencial en las encuestas; premierato anodino de Jiménez, seguido por el aún más incoloro de Villanueva; muerte de políticos e intelectuales ilustres; performance económica mediocre, que algunos celebran porque no caímos más en un contexto desfavorable, y otros critican porque “ellos lo hubieran hecho mejor de estar en el poder”; concentración mediática hasta un grado que casi todos consideran como un riesgo, asociada con una fuertísima campaña derechista contra el presidente al que antes alababan y al que ahora condenan por pensar, hablar, viajar, reunirse, etc. 

Pero, más allá de todo eso, la sustancia de 2013 ha estado dada por la reiterada tendencia del gobierno a paralizarse frente a crisis que le llegan de maneras imprevistas, que se han sucedido en forma fatigante a lo largo del año, y que están produciendo una alteración lenta pero dramática de las relaciones entre el poder político y los llamados poderes fácticos (gremios empresariales, grandes medios, tecnocracia, Fuerzas Armadas y Policía, Poder Judicial, Fiscalía, etc.) y entre las minorías del Congreso y el oficialismo, que está creando una creciente sensación de ingobernabilidad en el país-

Para fines de análisis hemos ordenado lo que ocurrió en el año en tres grandes crisis:

-       La crisis del pensamiento, o de la idea de comprar los activos de Repsol;
-       La crisis del pacto pragmático imposible, o de la repartija;
-       La crisis de los policías que protegían al bandido o del “operador montesinista”;

Tragicomedia


No es objeto de esta nota volver a contar lo que ya vivimos, pero sí subrayar la artificialidad de los problemas y la tendencia del gobierno a caer en las trampas de los que sienten que ya se sirvieron del viraje del presidente para asegurar el continuismo y que ahora están reclamando todo el poder para ellos. Hace unos días, uno de los directores del pool familiar de la prensa recordaba la frase de Álvaro Vargas Llosa del año 2011, cuando aseguraba que ayudándolo a ganar la segunda vuelta se convertiría a Humala en el mejor antídoto contra el chavismo en el Perú, a lo que apuntaba que si bien no le creyeron en la campaña, luego resultó cierto. Pero, ahí venía lo principal, ya ese rol se agotó, o sea Humala ya no les sirve, que es lo que hemos podido ver en lo que ocurrió a lo largo del año.

Respecto a la oferta de Repsol, el pecado presidencial efectivamente fue imaginar que el Estado podía participar en una recomposición de la propiedad de los activos petroleros de la empresa española (refinería, envasadora de gas y cadena de grifos), la mayoría de los cuales habían sido previamente del Estado a través de Petroperú, y conversar con sus directivos acerca de los términos de una venta que hasta ahora no se concreta. El haber admitido públicamente estos pensamientos y movimientos preliminares, le costó al presidente perder “la confianza” del poder económico y mediático. El presidente de la CONFIEP, lo regañó como a un hijo que comete una malacrianza y en el CADE los ejecutivos contestaron la encuesta que se hace al final del evento, expresando aprobación para el ministro Castilla (95%) y desaprobación para el presidente (48%).

En Perú 21, Fritz Du Bois afirmó que el presidente no tenía por qué pensar y el final abrupto de la batahola, con la primera dama zanjando el tema con la frase “si los números no cuadran, no va” (y no fue), no hizo sino empeorar las cosas al reflejar un gobernante indeciso, vapuleado y salvado de la peor forma por su consorte. Para todo efecto, Humala se convirtió en un personaje que mantiene un modelo económico contra sus más íntimos pensamientos, lo que obliga a tenerlo bajo presión constante para que no se vaya a disparar.

El caso de la repartija, fue diferente en el sentido que el rechazo nació de abajo ante el intento del presidente del Congreso de darle una solución “práctica” al entrampamiento para lograr conformar una mayoría calificada para el reemplazo de los miembros del Tribunal Constitucional con período vencido, y el nombramiento del nuevo Defensor del Pueblo y los integrantes del directorio del BCR, y conseguir de paso un acuerdo de todas las bancadas para su pretensión de hacerse reelegir en el cargo. Fracaso en toda la línea, que sirvió para mostrar que en el Perú actual, la alta polarización política hace imposible acuerdos más o menos de principios, y que la fragmentación conduce a la repartija, que a su vez desata la protesta social.

Todos los términos de la polaridad electoral del 2011, afloraron en las movilizaciones de julio contra el pacto entre oficialismo, fujimorismo y toledismo, que finalmente tuvo que ser revocado. El balance: un Congreso aún más desprestigiado (9% de aprobación), el gobierno que pagó parte de las consecuencias y una tendencia política-social incipiente a escapar del control de los partidos. Dos ideas más: el gobierno siempre retrocede, cuando sufre una presión significativa; el único “consenso” del Perú político es entregar la economía a la tecnocracia ligada a organismos internacionales, como ocurrió con el directorio del BCR que finalmente es lo único que ha sido nombrado, sin el menor respeto por la pluralidad de ideas.

El espía que caminaba desnudo


Pero, sin duda, la gran crisis del año y del gobierno, fue la que comienza con el informe periodístico mostrando una escandalosa vigilancia en los exteriores de la casa donde vive el exfuncionario del gobierno de Fujimori, al que se le vincula con el llamado “montesinismo”, Oscar López Meneses. Un supuesto espía y experto en acciones encubiertas, al que sin embargo le gusta exhibirse con gestos de poder que van desde los patrulleros y portatropas delivery, las recepciones en locales militares y policiales, las reuniones fotografiadas con altos mandos, etc. Llevamos casi tres meses preguntando quién ordenó y para qué lo hizo, en relación a la supervigilancia a domicilio. El presidente afirma que fue un acto de corrupción policial, de venta del “servicio” para lobistas que quieren dar a entender a sus clientes que el poder está con ellos.

Los críticos han dicho, por su parte, todo lo que podían decir: que había un centro de chuponeo, que Montesinos era llevado a la casa para reunirse con gente del gobierno, que la vigilancia impropia probaba que Villafuerte era otro Montesinos, que Rospigliosi y Chichi tenían razón cuando dijeron el 2011 que votar por Keiko era votar contra el montesinismo, etc. Pero lo cierto es que, a pesar de lo confuso y deleznable de esta crisis, donde hay altos indicios de provocación que parece que muy pocos ven, el gobierno se paralizó, entregó cabezas (ministro del Interior y asesor presidencial), descabezó a la Policía y no pudo con el presidente del Comando Conjunto, desmovilizó a su nuevo primer ministro y cayó en una serie de errores en el manejo de las investigaciones, permitiendo que se diga que quería ocultar algo, que nadie sabe que es.

La crisis del “operador montesinista”, es emblemática porque nadie entiende cuáles eran las operaciones en las que participaba el personaje y lo más curioso es que este tema a nadie le interesa, sino el de acusar de que son los otros los que tienen la relación con tan indeseado personaje. El balance es que se ha acentuado la desorientación y aumentado la debilidad del gobierno, reforzando la agresividad de una derecha que al mismo tiempo se da el lujo de sacarle cosas a Humala a través de sus operadores tecnocráticos, la más reciente de todas la norma que abre paso a la privatización de lo que queda de Petroperú.

La crisis por cierto no ha acabado y es evidente que no va a ser la última, sino que se vienen otras tan artificiales o reales como las que hemos vivido. Hay que prepararse para tiempos de aguda turbulencia.     

29.12.13

sábado, diciembre 28, 2013

La caída retardada del almirante Cueto

La salida del almirante José Cueto de la jefatura del Comando Conjunto, que a su vez es el puesto de dirección de las acciones en el VRAEM, debería sorprender más por el tiempo que ha demorado en producirse que por el hecho mismo del relevo. Toda la primera etapa de la crisis del “operador montesinista” estaba evidentemente armada para tumbar al marino con aquello de que la sobrevigilancia de la casa de Surco estaba registrada como una supuesta protección a  su persona, lo que se convirtió en una opereta cuando varios generales de la Policía aseguraron haber recibido una “orden telefónica” del propio Cueto para que le brindaran el servicio.

Durante un año y medio, decenas de policías cuidaron la casa de la 2da. Cuadra de Batallón Libres de Trujillo, donde vivía Oscar López Meneses, pero donde reportaban estar custodiando al jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, al que nunca pudieron ver en persona, ni comprobar movimientos de automóviles y escoltas que pudieran dar a entender que se trataba de un oficial de alto rango. Todo lo cual, llevaba directamente a la pregunta de quién y por qué quería involucrar al almirante en un acto irregular que finalmente reventaría como escándalo. Cueto negó en todas las formas, hasta las más adjetivas, que hubiese tenido algo que ver con las órdenes bizarras de colocar una vigilancia aparatosa en casa de un expresidiario con la coartada de su propio nombre.

Pero, ¿cuál podía ser la motivación para poner en jaque al espada de honor de su promoción y hombre fuerte de la Marina de Guerra? Una sola respuesta aparece a la mano: no lo querían ni a él, ni a su institución a la cabeza del Comando Conjunto y al frente del VRAEM, lo que en versión de marinos consultados tenía que ver con el tema del narcotráfico y los vínculos que jefes del Ejército y la Policía han tendido con este fenómeno en la última zona de guerra que aún queda en el país. De ahí que los blancos cerraran fila con su jefe más antiguo (tiene aún un año de techo antes del retiro) y desoyeran al presidente Humala y al ministro Cateriano que le pedían dejar el cargo sin mayores tensiones, a la manera como se alejó Adrián Villafuerte. En la ceremonia de juramentación de Walter Albán como ministro del Interior, fue notoria la distancia entre Ollanta y Cueto, pero el hombre siguió en su puesto.

Recientes movidas en la Marina (se va de baja el almirante Pizarro, segundo en línea de mando), indicaban que el gobierno está buscando una nueva correlación con los navales, y que ya tienen la carta marcada para lograr un comandante general de directa confianza del presidente, pero que esto tiene sumamente inquietos al alto mando de la institución. Si se suma que en el Ejército no hay la supuesta alineación con el presidente que era de esperarse después de muchos relevos y nuevos nombramientos, y que en la Policía se ha instalado el síndrome López Meneses que hace sentir a los oficiales en riesgo de irse cualquier día a la calle, el cuadro militar-policial se muestra realmente áspero.

No sorprende que el APRA y el fujimorismo que hasta hace poco sugerían que Cueto era poco menos que un operador del “operador montesinista” (se habló de reuniones de Montesinos en casa de López Meneses), y con eso buscaban congraciarse con la policía que decían había sido ofendida por el presidente al indicar que habían elementos de corrupción, ahora están de solidarios con el saliente jefe del Comando Conjunto que habría sido una nueva víctima del gobierno. Un juego peligroso de usar descontentos militares y policiales en las disputas civiles.   

28.12.13

lunes, diciembre 23, 2013

Después de la crisis del “operador montesinista” toma forma la conspiración política

  
La información que tenemos desde hace algunos días indica que el presidente Humala ha reducido severamente sus salidas al interior del país y descartado cualquier viaje al extranjero, porque sobre su mesa se encuentra un informe con varios sellos de reservado y secreto de la Dirección de Inteligencia, que dan cuenta de una serie de movimientos de personajes del APRA buscando contactos en la Policía con la finalidad de sondear la posibilidad de organizar una huelga contra los maltratos que se supone están recibiendo y que se concatenaría con una explosión de desorden con saqueos y violencia contra la propiedad pública y privada, que buscaría acorralar y debilitar al gobierno.

La decisión de impulsar una asonada que ha sido imaginada bajo el recuerdo del 5 de febrero de 1975 (huelga de policías y ola de saqueos y violencia en Lima, durante el gobierno de Velasco), habría sido adoptada en el más alto nivel de la dirección alanista que ha venido sesionando con una intensidad que no se le conocía, a lo largo de las últimas semanas. La evaluación es que el gobierno ha llegado a un aislamiento que lo hace enormemente vulnerable.

Más allá del plano estrictamente político, el gobierno ha perdido confianza entre los militares, especialmente la Marina y el Ejército (que se encuentran enfrentados por el control del Comando Conjunto y el VRAEM), y por supuesto en los distintos sectores de la Policía; está peleado con el Poder Judicial; mantiene a Castilla como el hilo que aún lo liga con la gran empresa donde se están acumulando descontentos; y tiene en contra al grupo mediático empresarial más poderoso que editorializa todos los días para zamaquearlo de un lado a otro.

En síntesis el gobierno está acosado seriamente desde la derecha y los poderes fácticos, cumplidos dos años desde que se peleó con su ala izquierda. En ese escenario preciso, la dirigencia de Alfonso Ugarte ha discutido lo que se debe hacer ante inminencia de la publicación de los informes de la Megacomisión. No es sólo que va a entrar en agenda la posibilidad de votar más de una moción de inhabilitación por infracción constitucional, o que se haya reunido munición suficiente para varios procesos judiciales. Más importante que todo eso es la censura social que se viene y la situación de virtuales rehenes del fujimorismo en que quedarán los del APRA al depender de su voto para no ser colgados.

En esa lógica, el caso López Meneses funciona como una especie de globo de ensayo de hasta dónde se le puede crear una crisis artificial al gobierno y hacerlo caminar en el sentido que sus enemigos le imponen. Hasta hoy el tema del operador que se hace poner una guardia desmedida, camina orondo por instituciones militares y policiales, y se fotografía con medio mundo, carece de elementos de fondo, más allá del juego de mostrar con quién ha estado más relacionado a través del tiempo. Pero si una bagatela como esta tumba un ministro, un superasesor, una interminable cantidad de uniformados, suscita una pelea sin fin en el Congreso y hace desaparecer al nuevo primer ministro, es como para pensar la hipótesis de lo que pasaría en una crisis mucho más fuerte.

Las fuentes que hemos consultado indican además que el APRA ya ha iniciado consultas con fujimoristas y toledistas, aparentemente con el compromiso de proceder al enfriamiento de todas las investigaciones sobre corrupción y alcanzar la reconciliación de la clase política. A Toledo se le estaría ofreciendo un retiro honroso de la política y a Fujimori alguna forma de salida de la DIROES. Un abrazo de la corrupción, ni más ni menos.

¿Cuál podría ser el efecto de jugar a un nuevo 5 de febrero? Es inimaginable. Podría desde empujar a un golpe de Estado "estabilizador"; hasta crear una crisis de gobernabilidad que fuerce el reclamo de adelanto de las elecciones; hasta obligar al gobierno a rendirse y entrar al pacto de impunidad en nombre de la “unidad nacional”.

Por ahora, lo que se sabe, es que Ollanta ha reducido sus horas de sueño y el tiempo con sus hijos. Mientras tanto el clima político del país se enrarece. Cuando despunta el sol del verano, aumentan los nubarrones y los rumores de movidas políticas.

23.12.13


Ollanta en aislamiento perfecto a tiro de conspiración

Fuentes muy cercanas a la presidencia indican que los desacuerdos en la pareja son cada vez más frecuentes y pasan días sin que se dirijan la palabra. Cada uno de los dos tiene todavía su propio círculo de leales que siguen respondiendo a sus directivas, sólo que los íntimos de Ollanta se están reduciendo a un grupo de asistentes, secretarias y mensajeros, con los que no hay espacio para conversar sobre lo que está pasando en el país.

Varias semanas después parece evidente que a Villafuerte realmente lo sacaron a la mala (sin darle las gracias), creyendo que eso ayudaría a apagar el asunto López Meneses (en realidad lo exasperó con la fórmula de que estos debe ser grave si hace renunciar a un ministro y un asesor presidencial). El hecho es que el coronel ha quedado a la deriva y su papel en la conexión entre Palacio y las Fuerzas Armadas se ha quebrado sin nadie que lo reemplace en la tarea.

La relación con Abugattás, que era el congresista de confianza del presidente, está profundamente dañada, por la forma como el oficialismo ha permitido la campaña aprofujimorista para afectar su imagen, tachándolo como “loco” o “desequilibrado”, por ser casi el único que se les enfrenta. El último escándalo sobre el papel de la coordinadora parlamentaria Malka Maya, que hace de correa de trasmisión de las órdenes de Humala (y mucho más, de Castilla y el MEF), a la bancada de Gana Perú, parece relacionarse con eso, por sus continuos choques con Abugattás que en “privado” ha dicho a muchas personas que está harto de esto.

Con el resto de los congresistas Humala casi no habla, y fue visible que en el proceso de nombrar la comisión sobre el caso López Meneses, los representantes de Gana Perú no cabían en su desconcierto ante la falta de orientación del Ejecutivo, lo que los llevaba a un patético intento de interpretar una frase suelta de la primera dama sobre que la investigación debía “ir a la raíz y el origen del problema”. De los ministros no castillistas, mejor ni hablar, porque como todos saben su preocupación se centra en hacer los equilibrios necesario para durar. En el MEF, en cambio, se interpreta la situación como el momento para sacarle cosas al presidente, como que ya le arrancaron el decreto para reiniciar la privatización de Petroperú, que antes parecía imposible, aún para un Ollanta reconvertido al neoliberalismo.

César Villanueva ha conseguido, finalmente, lo que parecía imposible: ser más intrascendente que Juan Jiménez. Hay la versión que señala que ya le rechazaron varias propuestas de cambio gabinete y la que señala que lo desembarcaron del avión que iba a llevarlo al CADE. Humala no conversa con él, tampoco Castilla, y los ministros no le consultan. Será por eso que ha empezado a decir que podría irse, tratando de hacer público su malestar por la deriva en que se mueve el gobierno. En el caso López Meneses, el premier anda tan despistado como los parlamentarios y otros miembros del gobierno, entre ellos el nuevo ministro del Interior que cada vez entiende menos lo que está pasando en la Policía.      

La cuestión militar-policial


La mayor preocupación del presidente está sin embargo concentrada en su rápida pérdida de influencia sobre el Ejército y sus roces más que evidentes con la Marina y la Policía. Cuando Humala asumió el gobierno, estaba convencido que le podían decir que no sabía de economía, de asuntos jurídicos o de tradiciones políticas, pero nadie le iba a discutir en asuntos de Defensa y Seguridad, y para actuar sobre esos campos estableció un asesor puente con las instituciones, impulsó el relevo de mandos privilegiando a sus promocionales, priorizó los frentes del Huallaga y el VRAEM, y se buscó un general que le asegurará éxitos policiales.

Todo esto ha resultado en un sonoro fracaso. Al igual que muchos otros sectores, militares y policías se consideran estafados por el destino de las ofertas que Humala les hizo en campaña en materia de remuneraciones y pensiones. En ningún momento, además, sintieron que este fuera su gobierno. Al contrario, las podas sistemáticas, la negociación de los ascensos, han ido reforzando las camarillas internas y las pugnas entre instituciones y al interior de cada una de ellas. Ni la promoción “Héroes de Pucalá y Marcavalle”, a la que perteneció Ollanta, ha resultado lo suficientemente leal y amistosa, al presidente. No por casualidad de ese mismo grupo han salido varios de los tipos que favorecieron las movidas del llamado operador de Montesinos. 

El operador que se ríe de todos


El caso López Meneses encaja en todo lo dicho como una provocación que ha terminado por desbaratar la ilusión de Humala de que por lo menos tenía el control del factor militar para equilibrar con la serie de debilidades que se iban a acumulando en otros campos. La manera como el personaje se mueve hasta hoy en medios militares y policiales y se hace fotografiar con muchos de ellos, no habla de un tema de espionaje, sino de una grosera exhibición de poder que hace quedar en ridículo al gobierno y los altos mandos.

¿A qué responde todo eso?, ¿quiénes están implicados en armar un escándalo sin pies ni cabeza, en el que se brinda una seguridad aparatosa a un sujeto de malos antecedentes, se le fotografía en locales militares abrazado con un infinidad de oficiales que parecen tenerlo como su engreído, aparece en actos públicos, hasta que una periodista con fuertes vínculos con un sector de la Policía, suelta la “bomba” de lo que estaba a la vista de todo el mundo? Y, ahí, el gobierno queda paralizado, no sabe qué responder, porque fanfarroneaba con tener el control de instituciones que pueden ser infiltradas y manipuladas por cualquier bandido.

La bomba que realmente ha caído en el centro del sistema es que se ha desatado una guerra de todos contra todos, en la que policías chocan con marinos, el Ejército pide la cabeza del jefe del Comando Conjunto y no la consiguen, los policías se espían y se denuncian entre sí, en el Congreso todos se atacan de montesinistas, el primer ministro desaparece y el presidente se deprime y rompe lazos con todo el mundo.

El lobo está al acecho


Pero en esta tole-tole hay alguien que está ganando. A Alan García le interesaba sobre manera que el escenario se desordenase y que la labor de la  Megacomisión y las investigaciones de Arbizu quedasen aplastadas por una escandalera general. Ya lo ha conseguido.

El rumor que corre es sin embargo más peligroso que eso. Se dice que el APRA está metida a fondo en la preparación de una huelga policial con saqueos, que haría recordar lo que pasó en los últimos días de Velasco. Imaginan que Ollanta ya está maduro para una conspiración y un tratamiento fuerte que podría derivar en resultados alternativos: provocar una crisis extrema del gobierno y una intervención militar; generar condiciones para exigir un adelanto de elecciones; arrancar una etapa de desestabilización, con crisis sucesivas.

Que hay señales claras de que algo de esto se prepara es indiscutible. Por eso creo que hay que abrir el tema. A ver que pasa. 

23.12.13
Publicado en

Hildebrandt en sus trece