miércoles, abril 29, 2009

Los militares y Fujimori

La “atenuante” fujimorista a los crímenes de Estado y de guerra de los 90, es el contexto de la época; la gravedad de la crisis y la amenaza creciente de la subversión; el infierno que era el Perú en los primeros años de gobierno, como diría el sentenciado en su alegato definitivo. Este es además el fundamento básico para justificar el golpe del 5 de abril de 1992. Aparentemente los políticos atrincherados en el Congreso, los jueces, los fiscales, el tribunal de garantías constitucionales, la contralora, etc. eran obstáculos para ganar la guerra y tomar medidas excepcionales.

¿Y quién requería tener tanta mano libre? O, lo que es lo mismo, ¿quién se consideraba justificado en el contexto como para transgredir normas y derechos de personas, en nombre de una “causa superior”, que se supone iba en beneficio de todos los peruanos, aunque no nos diéramos cuenta? Este, a decir verdad, era el tema de la discusión militar por lo menos a partir de 1988, cuando todo en el país parecía irse hacia abajo y cuando por primera vez el orgullo uniformado admitió la posibilidad de que Sendero Luminoso pudiera poner al Estado al borde del colapso.

El ingreso de las fuerzas armadas a la represión antisubversiva en 1983, había sido visto como el recurso que resolvería rápidamente el desafío de la subversión armada, en el área rural de tres departamentos de la región central. Cinco años después, Sendero estaba desparramado en casi todo el país, aumentaba su presión sobre las áreas urbanas, mantenía territorios bajo su dominio, mientras los militares no parecían capaces de tener éxitos sustantivos, salvo acciones punitivas con graves daños a la población civil. El llamado “plan verde” nace de aquella coyuntura en la que los generales más serios se plantean la hipótesis de la derrota y la necesidad de un replanteamiento estratégico de la guerra y del papel del Estado.

El cierre del Congreso y el estado de excepción estuvieron pensados probablemente varios años antes del 5 de abril de Fujimori. Y el posteriormente ciudadano japonés, no tuvo ninguna participación en la idea original. Sólo que García no fue desalojado del gobierno, por las razones que fuera, y su sucesor se sumó a la conspiración contra los civiles y las instituciones constitucionales, para no ser el que finalmente terminaba derrocado. La operación consistía en pacificar exacerbando los reflejos de guerra del poder político; en salvar la democracia aboliéndola y restituyéndola luego de haberla neutralizado y debilitado; en crear un poder duro sobre una sociedad intimidada; etc.

El fujimorismo vehiculizó una explicación militar sobre lo que pasaba en el país. Mejor dicho aún, los civiles llamaron a los militares para que los salven y los militares decidieron desalojar a los civiles del poder, como ha ocurrido otras tantas veces, sólo que en el camino se encontraron con Fujimori para que les ayudara a disfrazar el cuartelazo. Y Fujimori se sirvió de los militares para durar en el poder, que hubiera significado 15 o más años, si no lo echa la protesta social.

29.04.09
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El peor error del dictador

Hacia finales de 1994, el entonces presidente del Perú, Alberto Fujimori, concedió una entrevista a un medio internacional en la que respondió la pregunta sobre cuál creía que había sido el principal error de su gobierno. El entrevistado, casi no dudó.

- El de La Cantuta.

Pero no dijo exactamente a que parte de esta fea historia se estaba refiriendo: (a) si a la decisión de enviar un mensaje a Sendero Luminoso, luego del atentado de Tarata, golpeando a lo que creían una de sus redes militantes de las universidades; (b) si al procedimiento que se utilizó para eliminar a los detenidos y hacer desaparecer sus restos, que finalmente fueron encontrados; (c) si a la política de “negar el hecho” que siguió el gobierno y el alto mando del Ejército, tratando de detener las investigaciones; (d) si a la serie de leyes dictadas para poner el caso en manos de los jueces militares e impedir una investigación con mínimas garantías de lo sucedido; (f) si a su digamos “tolerancia” hacia los congresistas y periodistas independientes que se interesaron en el caso y llegaron a destapar la verdad de este alevoso crimen.

Obviamente el Fujimori de 1994 estaba convencido que de una forma u otra, La Cantuta le había producido la mayor mella a su reputación de presidente exitoso, que controlaba hasta el último detalle de lo que sucedía en el país en esos años. Por supuesto nadie estaba en condiciones de anticipar que este “error”, junto con otros como Barrios Altos y los secuestros de ciudadanos después del autogolpe, se convertiría en la base de una contundente sentencia a 25 años de prisión por delitos contra los derechos humanos. Así La Cantuta ha pasado a constituirse en el peor error de su vida. Aunque podría decirse que si de “errores” se trata, lo que perdió a Fujimori fue la soberbia de creerse todopoderoso gracias a las excepcionales circunstancias en las que le tocó gobernar durante más de diez años:

- Gravísima crisis económica, que justificó todas las privaciones y recortes de derechos que se impuso a la población, en particular a los trabajadores, y que facilitó la privatización y entrada del capital extranjero en excepcionales condiciones, haciendo del Perú un “nuevo modelo” de solución de las crisis inflacionarias.

- Exacerbación del conflicto interno, con su traslado a la capital y a las principales ciudades, que generó una predisposición de la sociedad a aceptar decisiones excepcionales y extralegales con tal de lograr poner fin a la violencia en el más corto tiempo, lo que equivalía a darle carta blanca al autoritarismo.

- Alianza de poder con la cúpula militar, la tecnocracia neoliberal, las organizaciones empresariales, con respaldo social entre los muy pobres enrolados a través de los programas sociales y el soporte de las estructuras de inteligencia encargadas de los planes secretos del régimen.

La Cantuta, Barrios Altos y toda la secuela de hechos dirigidos a hacer sentir la mano dura del poder y su resistencia a corregirse, reflejan la ilusión de que el orden construido en los primeros años de los 90 sería indestructible. Estuvieron tan convencidos de eso, que aún hoy apelan a las mismas ideas: que están juzgando al gobierno que “nos salvó” del terrorismo, nos sacó de la crisis e hizo crecer la economía, y que consiguió una estabilidad política de la que nunca han gozado otros gobernantes. Por cierto, una mayoría de los peruanos ya aprendió la lección y entendió que en nombre de la salvación se construyó un sistema de mano dura contra todo opositor y contra toda expresión independiente, lo que obligó a una dura lucha democrática para salvarnos de nuestros supuestos salvadores.

También que la economía de la dependencia del exterior y las desigualdades que se fundó con el ajuste y las reformas de la década fujimorista, no implica ni progreso ni desarrollo social para la mayoría de los peruanos, ya tampoco nos hace invulnerables a las crisis como se está viendo con la inflación del 2008 y la recesión del 2009. Finalmente, que el bloque de poder que hizo sentir invulnerable al dictador, era la expresión más perversa de la rentabilización de la política, borrándola de idearios, programas y compromisos ante el pueblo, para convertirla en puro pragmatismo del poder por el poder, que conduce irremediablemente a la corrupción y el abuso.

En los casos juzgados por la Sala Especial presidida por el Dr. San Martín, se puede ver precisamente la relación de la parte con el todo, que es lo que los fujimoristas quieren vengar centrando su ataque a la teoría del autor mediato, que no es sino la del dominio del tirano sobre las grandes decisiones que definen el curso general del poder. No era posible que crímenes como los señalados pudiesen ocurrir de manera sistemática y quedar bajo la protección del Estado y las instituciones militares, sin la intervención de un elemento con suficiente poder propio como para determinar que las cosas fueran así. Es decir que el Grupo Colina no podía existir si Fujimori no lo consentía y protegía, que lo hizo hasta cuando ya estuvo al descubierto, con la denuncia del general Robles y las investigaciones de la prensa, y los amnistió apenas pudo.

Ahí no lo sabía, pero estaba construyendo su propia sentencia, que llegaría mucho después, pero con el suficiente tiempo como para que el Perú y el mundo se llegasen a noticiar que en este remoto país hemos madurado lo suficiente, como para llegar a hacer justicia.


28.04.09
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martes, abril 28, 2009

La implicancia electoral del brote racista

La trampa que quieren tendernos es hacer creer que estamos discutiendo cómo mejorar las instituciones del Estado, cuando de lo que trata es de cerrar el paso a una parte sustancial de los peruanos.

Desde que García reconoció que las elecciones se venían difíciles, y afirmó que, como presidente, no iba a permanecer neutral, observando que los antisistema o antimodelo reviertan veinte años de neoliberalismo, se dio la voz de orden de la nueva campaña electoral. A partir de ahí los proyectos políticos se van definiendo. Y así como en el caso de los fujimoristas sería ingenuo pensar que lo que más les preocupa es la libertad del papá, cuando lo que buscan es sacar provecho político de la condena; igualmente carece de sentido imaginar que el “Correo” de los Agios y Aldo Mariátegui se lanzó contra Hilaria Supa simplemente porque le apestan los indígenas, como podría pensarse de Andrés Bedoya Ugarteche, ABU.

La línea que pretende dividir a los “ignorantes en español”, con los que se consideran dueños de la cultura oficial, esconde un concepto sobre la próxima disputa de gobierno. En realidad los antisistema o antimodelo, son otra vez los electarados que no pueden tomar ni una buena nota sobre lo que están escuchando, ergo: ¿cómo va a elegir bien?, peor aún, ¿con qué cara quieren gobernar? Si se quisiera ser más claro: ignorante es aquí intentar una alternativa al sistema al que debemos varios millones de personas viviendo en la pobreza y que tanto en situación de crecimiento, como cuando empieza la crisis, lo que hace es profundizar la desigualdad social (concentración por un lado y desamparo por el otro). Los que piensan que esto no es justo y que en el país hay riquezas que podrían ser mejor distribuidas, son iletrados en español. Y deberían tener recortados sus derechos políticos porque los mal utilizan.

Irónicamente se trata de supuestos liberales, asustados de la liberalidad como el sistema otorga el voto y la posibilidad elección a todos, dando como peligroso resultado, hasta ahora, unos cuantos representantes de pueblos que representan por lo menos el 30% del país ( a pesar de múltiples exterminios), así como otras “filtraciones”, que antes no se producían. Por supuesto que no se trata de “educación”, porque lo que se discute no es invertir en educación rural y en buscar una sociedad más integrada que comparta sus desarrollos culturales y técnicos sabia y equilibradamente, sino de detener la irrupción social de los marginados y no representados de toda la vida. Para eso existe un paquete de medidas a la vista: que los postulantes al Congreso exhiban títulos universitarios (con una nota a pie de página que dice que acaso no se los pidieron a los aspirantes a Contralor, como si se tratara de las mismas funciones), establecer el voto voluntario (imaginando desalentar a los pobres que podrían ahorrarse el gasto de ir hasta las mesas de votación), y quién sabe, más adelante, discriminar las universidades de las que pueden salir los candidatos (como hacen las empresas), imponer el voto alfabeto (como había antes), o eliminar las mesas rurales (para reducir costos).

Pero por ahora se trata de mover los prejuicios de la nueva “mayoría silenciosa”, al decir de Aldo M, que sería la de la población de algunos barrios de Lima y de otras grandes ciudades que temen la invasión de indios y pobres, con baja educación, sobre la modernidad, “que tanto nos costó conquistar”, y que como García imaginan que esa será la gran amenaza del 2011. La ola de mails anónimos, quién sabe si inventados, que con la humildad que lo caracteriza ha estado publicando, en su propia columna, el director de “Correo” durante varios días, quiere ser algo así como el equivalente a las llamadas telefónicas que recibían las radios en 1992, declarando su apoyo al golpe de Estado. Me importa la Constitución, la ley y los derechos democráticos. Yo con la Supa, ni a la esquina. Que van a decir mis amigos.

28.04.09
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lunes, abril 27, 2009

Generales

El general Noel murió con una elevada carga de muertos en la conciencia. Pero lo que este jefe militar calló hasta la tumba, por un asunto del código al que se consideraba sujeto, es que el tuvo el valor de advertirle al presidente Belaúnde en noviembre de 1982, que el ingreso de las fuerzas armadas al conflicto interno iba a traer muchísimos sufrimientos.


  • ¿Usted entiende, presidente, en lo que está metiendo? Porque el ejército ocupa territorios y destruye masas de enemigos y no busca identificar individuos para capturarlos.

Pero el arquitecto creía, justo con su ministro Cisneros Vizquerra, que el problema político que debía resolver era acabar con el desafío de Sendero en el menor tiempo, como se hizo en 1965, que se derrotó a De la Puente y Lobatón en ocho meses. La guerra, como sabemos, duró por lo menos diez años más desde que se desplegaron los primeros contingentes militares. Y algunos piensan que dura hasta hoy.

El general Huamán, fue el primero que señaló que para ganar la guerra interna no era suficiente utilizar la fuerza de las armas y tratar de controlar con cada vez más soldados la inmensidad de territorios por los que podía infiltrarse el enemigo. Por eso recomendaba inversiones económicas y sociales, y medidas políticas orientadas a ganar a las comunidades y a la juventud. Pero el general Huamán, es el que tiene el récord del mayor número de víctimas mortales durante el período en que ejerció la jefatura del comando político-militar.

Otra vez, la contradicción entre el hombre que analiza la realidad y el oficial que cumple la directiva.

Del general Valdivia se afirma que fue el que encabezó el grupo que redactó el llamado “Plan Verde”, que fue pensado para darle un golpe de Estado a Alan García y tomar en manos del alto mando la conducción de la guerra y la salida de la crisis. Este plan fue a poder de Fujimori en 1990, a través de Montesinos. Y ya sabemos lo que pasó después. Al general Arciniegas le achacan el haber descubierto que no se podía luchar contra dos enemigos a la vez: narcotráfico y subversión, y haber buscado alianzas con los primeros, y que esta estrategia le dio resultados.
Es decir los generales saben lo que es la guerra mucho más que los políticos. La tragedia comienza cuando desde la guerra las armas se apoderan de la política.

26.04.09
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viernes, abril 24, 2009

Ignorante en todos los idiomas

Un día le pregunté a Aldo Mariátegui sobre los motivos por los que mantenía a Andrés Bedoya Ugarteche dentro del grupo de sus columnistas, a pesar de sus desvaríos racistas, y me contestó que ABU era un reaccionario simpático, que lo divertía mucho. El jueves vimos que el propio Aldo ha decidido participar de esa diversión que viene desde la colonia, que es burlarse de la condición social de los peruanos originarios, a los que el propio sistema confinó a la pobreza y a la exclusión.
Con el pretexto de que este es un Congreso repudiado por la mayoría del país, que lo es por muchísimas razones que nada tienen que ver con Hilaria Supa y su lucha por superarse, mucho más meritoria que las de otros que exhiben títulos profesionales y están pedidos por los tribunales, el director de “Correo” organizó su propio trampay, para mostrar que ¡oh, escándalo!, una congresista con un español precario está sentada en la Plaza Inquisición, como si no fuera expresión de muchísimos peruanos del área rural, de nuestra sierra.

La técnica es la misma de otras veces. Inventar un falso culpable. A este Congreso, al que tantas veces recurre la derecha, por la que habla Aldo, para que le saque las leyes anticomunales y antisociales, contra la opinión mayoritaria de la población, lo quiere crucificar por aceptar entre sus miembros a una “ignorante en Español” (según dice Martha Hildebrandt, que consideraba un español de alta calidad la sintaxis y pronunciación de Fujimori). Pero la democracia en el Perú, no es la de los ilustrados en determinado idioma, sino la de la representación de las mayorías.

Y le guste o no le guste al señor Mariátegui, nuestro país es también quechua, aymara y amazónico. Eso lo explicó mejor que nadie su propio abuelo, pero el vástago renegado jamás lo entendió. La perspectiva es que en el futuro van a haber muchas más Supa, Sumire, que apellidos españoles y europeos cuya genealogía explora de vez en cuando el director de “Correo”, cuando está aburrido. Es una eclosión de los de abajo que no se va a poder detener ni con el voto voluntario (que alucina servirá para que no voten los que no tienen plata), la exigencia de currículums o los titulares de diarios reaccionarios.

Ciertamente que para meterse en este tema Aldo sufre ataques de conciencia y advierte que no lo hace de racista o excluyente, como cuando sale atacar al Juez San Martín por su sentencia y pretende que no es por fujimorista. Allá él. La verdad es que este genio incomprendido viene hace muy pocos días de perpetrar otra columna en la que dice respecto al VRAE: “Te disparan de un sitio, trazas tu círculo con compás del área donde pueden haberse desplazado y napalm nomás” (“Correo, 21.04.09) O sea, fácil, ves, dentro del círculo se quema todo, guerrilleros, animales, plantas, y varios y varias Supa, Quispe, Mamani, etc., sin suficiente “nivel”, que nadie necesita, porque no saben hablar bien el español, y si los ve un visitante europeo qué pensará de nosotros. Como con la teta asustada y ese comentario inolvidable: “no entendí nada ¿Por qué se sacó la papa y cambió tanto de un momento a otro? ¿Al cadáver lo echaron al mar? ¿Por qué la patrona la botó?”

Si pues Aldo, no entiendes nada. Lo malo es que no puedes permanecer callado.

25.04.09
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miércoles, abril 22, 2009

El miedo

El fujimorismo es el partido del miedo. Así como la crisis económica agotó los nervios de los peruanos hasta hacerles aceptar un bestial ajuste que duplicó la pobreza en un solo día y nos redujo el ingreso promedio que no se ha recuperado hasta hoy día, e instaló el mito de la “estabilidad”, al que han sido sacrificadas la posibilidad de desarrollo del país y de bienestar de las mayorías, para convertirnos en un paraíso de las inversiones externas; del mismo modo, la violencia política puso a la nación en manos del autoritarismo que hizo creer que el golpe de Estado, las leyes de excepción, Montesinos, Hermoza y el Grupo Colina, Blanca Nélida Colán y Rodríguez Medrano, la prensa chicha y el Congreso de medianoche, eran necesarios para “salvarnos del terrorismo”.

Fujimori decía que él no hablaba sino hacía. Y por eso no presentó ningún programa en 1990, y abolió el debate político en el 95 y el 2000, para facilitar sus sucesivas reelecciones. Quiso hacer creer que él mismo era un programa, porque el tenía la “mano dura”, que no tenemos los demás, y la sangre fría para tomar las decisiones, Y, por supuesto, había sabido armar un excelente servicio de inteligencia que le permitía estar siempre un paso más delante de todos. En realidad no tenía una idea de lo que debía hacerse con el Perú, como no lo tiene su obesa hija que aspira ahora a la presidencia. La genialidad fujimorista consistió en descubrir las debilidades de la gente, el descenso brutal de las expectativas por el cuadro de urgencias que nos afectaba y que hizo olvidar las aspiraciones de otros tiempos al desarrollo, la participación social, la igualdad, los derechos políticos, etc.; el oportunismo de los empresarios que pasaron de Vargas Llosa a nisei en unos cuantos días; la falta de escrúpulos de la tecnocracia neoliberal que vio la ocasión para hacer “otro Chile”; y la facilidad con la que se podía corromper a los altos mandos y someterlos a su aparato de inteligencia.

Todo esto ocurrió, aunque no quieran recordarlo sus alabanceros (los explícitos, y los que dicen “a mi nadie me va a acusar de fujimorista, pero…), que argumentan que lo que cuenta son los resultados. ¿Acaso no somos una economía neoliberal emergente gracias a Fujimori, aunque no sepamos si eso nos va a servir de mucho en la actual crisis global?, ¿no es verdad que en los 90 se acabó el terrorismo, aunque ahora estemos necesitando el regreso de la familia para volver a acabarlo? En fin, qué importan algunos muertos, o algunos millones en el bolsillo de los gobernantes, algunas licencias como el golpe de 1992, la re-reelección, la destitución d e los magistrados y otras, si nos salvamos de ser la segunda Camboya y de seguir pagando el pan con millones de intis.

Desembarazarse del fujimorismo fue una operación contra el miedo. Una, que como se ve, quedó inconclusa. Ahora quieren hacernos creer que se vienen los remanentes, los narcoterroristas, los caviares, las ONG y el juez San Martín, como la nueva alianza siniestra de la que nos salvará Keiko, luego que libere a su papá.

22.04.09
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lunes, abril 20, 2009

Un bachecito

Hace algunos días se podía escuchar que la crisis había llegado a Chile y que eso nos convertía en la excepción de excepciones de América Latina. Algo habíamos hecho para que el neoliberalismo que se cae en las principales plazas del mundo, siguiera funcionado exitosamente, y que los inversionistas siguieran llegando de diversas partes del mundo reiterándole a nuestro querido presidente la mucha confianza que todavía tienen en él.

De pronto, al INEI no le ha quedado más remedio que dar la mala noticia: 0.19% de crecimiento en febrero, a un milímetro de cero. O sea que estábamos hablando de las desgracias de nuestro vecino, cuando se estaban trabajando las cifras que mostrarían la propia nuestra. Claro que el hombre que se considera capaz de convencer a todos de cualquier cosa por un don que Dios le dio a él sólo en este mundo, ha dicho que lo de febrero es “momentáneo”, y el otro Yehude que tiene para que le cuide la economía ha agregado que se trata de un bachecito, y que marzo, que ya pasó, será definitivamente mejor.

Finalmente la ministra Araoz, que estaba muy entretenida en firmar todos los TLC que le pusieran en la mesa, mientras se derrumbaban las exportaciones –que es el tema de su responsabilidad-, reclama al BCR que baje más la tasa de interés, pero no es seguro que separa exactamente cuál sería el beneficio de esta medida, aparte de que la leyó en el diario de Aldo M. En EEUU y varios países de Europa, las tasas ya están en cero y no han movido nada las tendencias recesivas. Dos factores claves nos hundieron en febrero: las exportaciones bajando más de 20% y la industria contrayéndose en más de 5%. Una combinación explosiva, que indica que estamos perdiendo mercados afuera y adentro.

¿De qué podría agarrarse el gobierno para afirmar que las cifras de marzo deben esperarse mejores que las de febrero, si todos hemos visto que permanecemos en una inercia implacable, cargada con las palabras optimistas del gobierno que esconden el número creciente bajas (empresas en crisis, puestos de trabajo que se pierden) que genera la crisis? Haciendo la salvedad, por supuesto, de las habilidades maquilladoras de Renán Quispe, que también son parte de este escenario.

Lo cierto es que si todos los sectores bajan (unos más que otros) y no hay uno sólo capaz de jalar al resto y activar la economía, ¿cómo se puede esperar salir del bache de un mes a otro y llegar a fin de año como la excepción del planeta? Más aún si recordamos que no hace mucho García nos advirtió de un mes de mayo de hecatombe, con 200 mil trabajadores lanzados a la calle, y ese mes es el que viene en las próximas semanas. ¿Tiene un idea el presidente y su eco económico, el ministro Carranza, de lo que están hablando?

20.04.09
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martes, abril 14, 2009

Nueva estrategia

Si la sentencia de la Sala Especial de la Corte Suprema hubiera sido declarar que Fujimori nos salvó del terrorismo y lo demás no importa, y que tal vez los muertos de Colina eran terroristas, porque no se ha probado que no lo eran, los soldados del VRAE no habrían marchado con la moral baja, dejándose emboscar y masacrar en pleno viernes santo.

Si no hubieran tenido que recordar a cada rato al niño de ocho años muerto en Barrios Altos que se usa como argumento sentimental, olvidando que en las guerras hay víctimas colaterales, seguro que hubieran podido disparar mejor contra sus atacantes entre los que había mujeres y niños.

Si no existieran las malditas organizaciones de derechos humanos estaríamos rocketeando (que nada tiene que ver con el rock), como se hiciera en el Huallaga en los 90, y atacando desde el aire con bombas y metrallas como se hace en Colombia contra las FARC. Tal vez sólo falta que se diga que Sendero crece porque no se ha podido disolver una vez más el Congreso e intervenir el Poder Judicial para sacar a los jueces que se les ocurre condenar a los autores mediatos. Ya Raffo ha dicho que García debe ir al frente de la lucha en el VRAE, para ver si otra vez lo vencen los nervios como en el 86, y si después de otros cientos de muertos, sigue lavándose las manos de la condena a Fujimori.

Y encima está el tema Nakasaki, que después de todo ha pretendido ser fiel a la doctrina jurídica porque lo que quería demostrar en la defensa era que Fujimori y Colina resultaban incompatibles, porque el primero había dictado una directiva sobre derechos humanos y los otros actuaban fuera de la directiva. Por eso estaba dispuesto a aceptar la tesis de la acusación de que Barrios Altos y La Cantuta eran muertos gratuitos, que nadie probó que eran senderistas, ¿entonces por qué tendría Fujimori que haber ordenado matarlos? Y si había un niño mucho peor, porque ¿no han visto como el ex presidente quiere a Kenyi?

Pero el fondo del pensamiento fujimorista real (incluido el de algunos periodistas que desde el 2000 y 2001 se disfrazaron de democráticos), es opuesto al de su defensa legal: a los senderistas y sus colaboradores (y a todos los tontos útiles), se les mata, así estén rendidos, sin armas o en una fiesta. Y si se matan inocentes, mala suerte. Y si hay niños a la vista… ¿no han visto como Estados Unidos vuela un barrio en Irak para acabar con los hijos de Hussein?

Si Alan García hace caso a Valle Riestra y libera a Fujimori de sus acusadores. Y también a “La Razón”, y cierra las ONG, es seguro que los militares pelearán mejor y no se dejarán emboscar tan fácilmente. Por lo menos eso es lo que dicen los que afirman estar sacando la cara por las Fuerzas Armadas.

15.04.09
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lunes, abril 13, 2009

Derrotados de Sendero vuelven a derrotar militares en el VRAE

Simon dijo que lo del VRAE eran “manotazos de ahogado”, sin importancia. Luego se supo que los muertos eran 13, incluido un capitán. Ahí se calló.

Condenan al hombre que “nos salvó” del terrorismo, e inmediatamente reaparece el terrorismo para salvar al hombre que acaba de ser condenado. Parece un juego de palabras, pero hay demasiados muertos de por medio para tomarlo a la ligera. Si Sendero Luminoso está derrotado, ¿cómo se da el lujo de aniquilar 13 militares y de asumir el riesgo de una contraofensiva a gran escala como la que inevitablemente se desatará tras el ataque?

Si se capturó a sus principales dirigentes y el campo fue tomado por las rondas en alianza con las Fuerzas Armadas, ¿cómo es que no se puede terminar de desalojarlos del VRAE (que es justamente el lugar donde nacieron las autodefensas armadas), y en el balance se pierden muchos más soldados y policías que los senderistas caídos o aniquilados? Quiere decir que tomó 12 años descabezar y desarticular la organización maoísta, pero 17 años después no se puede erradicar a su ejército remanente. Alguien debe explicar este extraño fenómeno.

Sin duda, el Sendero del 2009, es muy distinto al que existió hasta 1992, y que empezó a declinar con la captura de su fundador y filósofo. Y esa diferencia tiene que ver con su enclaustramiento en una sola zona, sus nexos abiertos con el narcotráfico, la juventud de sus integrantes (la absoluta mayoría fue reclutada después de la captura de Abimael), el debilitamiento del discurso ideológico, la logística, la calidad del armamento y probablemente del entrenamiento, pero sobretodo con su marcada desconexión con el acontecer nacional.

Quiere decir, todo esto, que paradójicamente tras la derrota que se le impuso a Sendero Luminoso y que es reclamada como si hubiera sido una gran gesta militar, lo que ha quedado de ellos y lo que sigue haciendo daño es precisamente su estructura armada, que casi no sufrió reveses en el campo de batalla y que se replegó a la selva cuando vio que ya no tenía opción de victoria. La “estrategia”, tan debatida en el juicio a Fujimori, de infiltrar, detectar y golpear, que eliminó muchas de las conexiones dirigentes-bases y determinó finalmente una aguda vulnerabilidad de la cúpula, hasta su detención, tenía una clara naturaleza urbana.

Y lo que las rondas y las nuevas bases militares lograron hacer en el campo fue sacar a Sendero de muchos de sus asentamientos sociales y obligarlo a replegarse. En otras palabras, dejaron a las columnas armadas sin soportes y las obligaron a buscar santuarios donde protegerse, pero no las doblegaron. Eso lo sabían Fujimori y Montesinos cuando analizaron el escenario posterior al encarcelamiento de Guzmán, y cuando decidieron impulsar las famosas reuniones del asesor con “el presidente Gonzalo”, después de un primer período en el que lo sometieron a un duro aislamiento. Por entonces Guzmán tenía todavía autoridad absoluta en sus huestes, que es lo que le permitió hablar seriamente sobre un acuerdo de paz. Si se recuerda lo que pasó allí, se tendrá presente que el gobierno mostró finalmente al jefe senderista como un capitulero y no dio un solo paso para acordar una rendición de los que seguían armados. Para la reelección del 95 se ofreció la derrota total en cinco años, y para la del 2000, que sólo Fujimori podía salvarnos del “rebrote”.

Estamos en el 2009 y en medio de la áspera controversia por los 25 años de condena a Fujimori, surge otra vez la ansiedad: ¿por qué no los barremos?, terminemos de una vez con esto. Pero lo que se olvida es que esa misma consigna es la que llevó a centenas de soldados hacia el Vizcatán desde noviembre para rematar el último reducto de una vieja guerra, con las consecuencias que estamos viendo. Y no hay ninguna política más allá de trasladar hombre y armamento. Es este tratamiento como si se tratara de meros delincuentes, que contrasta con el uso político que hacen los medios de sus acciones, lo que oscurece los cerebros y les permite a los jefes de Sendero golpear metódicamente para dar la impresión de estarse imponiendo.

No es con declaraciones sobre “desesperados”, “manotazos de ahogado”, “la estrategia funciona”, o con sus opuestos “el Estado en peligro”, “Sendero gana la guerra”, “necesitamos de Fujimori”, que se arregla algo. Se necesitan fórmulas para viabilizar la rendición y el desarme de los insurgentes que les permitan optar por ese camino y los convenzan que no van ganar, así no puedan ser eliminados; se requiere recuperar el nexo social para aislar al enemigo, en vez de las razzias que impulsa actualmente el ministro de Defensa como si hubiera retrocedido 25 años; y urgen destacamentos especiales antinarcotráfico que no se hayan contaminado con la corrupción, para controlar las rutas básicas de la droga. ¿Se está haciendo algo de esto?

14.04.09
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Matar terroristas

No era que no había motivación para que Fujimori mandara matar a los participantes de una pollada en Barrios Altos o a los estudiantes de La Cantuta, y que esta era una de las ideas fuertes con las que Nakasaki reclamaba su inocencia. Entonces, ¿a qué viene esta discusión post sentencia que pretende ni más ni menos que la nulidad de la sentencia, porque en ella se establece que nunca fue probada la condición senderista o terrorista de las víctimas?

O sea, Althaus, Alcorta, Fournier, por no decir Martha Chávez, creen que la sentencia hubiera sido diferente si se eliminaba esta consideración y se mantenía la presunción que el Grupo Colina actuó para eliminar dos focos subversivos. Si eso piensan, ¿por qué en el juicio no sacaron los “análisis” de inteligencia que llevaron a la determinación de escoger a estas personas como blancos?

No lo hicieron porque hubieran tenido que admitir que había una política de por medio que consistía en “analizar” primero, y asesinar después, presuntos subversivos y supuestos colaboradores o elementos que consideraban funcionales a la subversión, que es justamente la tesis principal de la acusación. Quieren que les creamos que Colina desobedecía al presidente, pero que de cualquier forma disparaba siempre al blanco justo, lo que implicaba estar dentro del llamado plan de “pacificación”.

La contradicción es flagrante y se explica por la existencia de dos discursos: el que va a los jueces, que pretende separar al jefe de la acción delictiva; y el que va a la masa, que indica que Fujimori “nos salvó” de los terroristas, precisamente porque los eliminó uno por uno. Sin duda cada familia que perdió a uno o más de los suyos tiene derecho a que se respete la memoria de los fallecidos porque ya bastante dolor les han causado, sin que nunca se presentaran pruebas de la acusación implícita de vinculaciones subversivas.

Pero aún en los casos en que se procedió contra elementos subversivos confesos, como los detenidos fusilados después de la recuperación de la casa del embajador de Japón, o los dirigentes senderistas muertos en el Penal de Castro Castro en 1992, o los emerretistas eliminados en Los Molinos y los senderistas de los penales de 1986, casos que van a la cuenta de sangre de Alan García, el Estado se comportó criminalmente.

Por tanto esta es una discusión fuera de sitio, que sólo sirve para descubrir la catadura de quiénes la sustentan. Es como aquella declaración de Lourdes Alcorta que dijo que si la mujer violada era de Sendero, bien violada estaba.

12.04.09
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miércoles, abril 08, 2009

Nuevo escenario

El lunes, el presidente García admitió que podía haber similitudes entre hechos de su primer gobierno que afectaron los derechos humanos y los que se suscitaron durante el de Fujimori, anotando sin embargo que la diferencia central entre uno y otro era que en su período no se interrumpió el orden constitucional. Es una declaración extraña, porque lo que ha llevado a la condena del ex dictador no se refiere directamente a su decisión del 5 de abril de 1992, que en todo caso profundizó una tendencia que ya venía de los primeros veinte meses de Fujimori, sino a actos específicos de asesinato, lesiones graves y secuestro, que el Tribunal ha sabido distinguir del contexto en que se produjeron.

Además García no había hablado de Fujimori desde que aterrizó en Santiago de Chile, y ya coordinaba con su hija el voto en segundo vuelta y las alianzas en el Congreso. A eso le llamaron neutralidad del Estado, evitar politizar el caso y no interferir en la tarea de los jueces. Obviamente era también una manera de usar un principio equivalente al de las “cuerdas separadas”, que permitía que se pudiera llevar adelante un juicio contra un ex presidente por los peores delitos, mientras sus seguidores cumplían el papel de aliados principales del régimen a cuyo interior se estaba desarrollando el proceso contra su líder.

¿Por qué es que de pronto García decide politizar el debate e inmiscuirse, respondiendo al alegato final de la autodefensa, para poner el acento en su condición de demócrata frente a quién rompió las reglas de la legalidad? ¿Qué puede indicar esto? Veo varias posibilidades: la primera, es que García ya estaba al tanto de la sentencia, por lo menos en su línea básica, y quería marcar la idea de que la razón por la cual él está en el poder y Fujimori condenado a 25 años de prisión, a pesar de que los dos violaron derechos humanos, tiene que ver con el golpismo, y que es eso lo que se ha buscado castigar, en medio de casi 800 folios y millones de palabras, y que el seguirá indemne porque es un violador democrático.

Hay una segunda hipótesis: que García está reconstruyendo o ampliando su sistema de alianzas, como se ve en el acercamiento a Vargas Llosa y la composición de la comisión para el Museo de la Memoria, y está tratando de reducir el protagonismo fujimorista, que se ha visto estimulado por las recientes encuestas, que han llevado a Keiko y compañía a reclamar prácticamente la sucesión de García. Es evidente que la valentía de la Sala del juez San Martín ha alterado radicalmente el escenario político nacional. El actual presidente necesita ahora de otras compañías, antes que empiece una onda en el sentido de Fujimori ya pagó, ahora le toca a Alan García.

07.04.09

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domingo, abril 05, 2009

Responsabilidades de tres gobiernos

La primera responsabilidad de Belaúnde en temas de derechos humanos, puede remitirse a la idea de que mandó a las Fuerzas Armadas, contra su opinión, a intervenir en una guerra a ciegas, a aniquilar en el menor tiempo posible a un enemigo que no tenían identificado, derivando en un altísimo costo social. La segunda tiene que ver con el encubrimiento de los abusos militares, porque consideraba que toda admisión de actos violatorios de derechos afectaba su objetivo.

La responsabilidad del primer García en este mismo campo es más compleja y se mueve desde la inconsecuencia para detener la guerra sucia en el campo que había criticado desde el Congreso y ofrecido cambiar en la campaña electoral (caso Accomarca), hasta la complicidad grosera y encubridora de masacres como las de Cayara; se refiere a la actuación del Comando Rodrigo Franco, como escuadrón de la muerte de la policía y el partido de gobierno; y específicamente a sus decisiones durante los hechos de los penales en 1986. García ha eludido a la justicia porque siempre contó con jueces y fiscales a su servicio y si la causa del Frontón no ha muerto es porque existen normas internacionales que impiden la prescripción de los delitos de lesa humanidad.

La responsabilidad de Fujimori, finalmente tiene sus propias especificidades: (a) creó una estructura de poder paralelo (que no podía haber existido sin su intervención directa), encabezada por Montesinos, con fuerza operativa y recursos económicos propios, con la deliberada intención de tener capacidad de actuar fuera de todos los controles y verificación de responsabilidades; (b) permitió (probablemente alentó) la existencia y operatividad de grupos de asesinato selectivo dirigidos a eliminar lo que identificaban como redes sociales de la subversión, colaboradores o personas que supuestamente les hacían el juego (el grupo Colina, fue sólo uno entre tantos otros, y fue descubierto circunstancialmente, ante todo por la notoriedad de algunas de sus acciones); (c) actuó en contra de la investigación legal de los asesinatos, permitiendo que las Fuerzas Armadas amenacen al Congreso y al Poder Judicial, forzó un falso juicio militar contra Colina, amnistió a todos los oficiales comprometidos en hechos de guerra sucia, etc.; (d) ordenó la matanza del penal Castro Castro y que no hubieran sobrevivientes del MRTA en la casa del embajador de Japón; (e) militarizó el Estado y estableció una legislación antiterrorista que viola los derechos humanos.

Cuando Fujimori dice que a través de esta estrategia “nos salvó”, da ganas de preguntarse y ahora quién nos salvará del Estado fujimorizado desde los 90, con el poder militarista y empresarial que resuelve por fuera de la democracia formal imperante, con espías y chuponeadores por todas partes, con Giampietri, Kuori y Rey alardeando de poder política, con Keiko en los medios y en las encuestas, con el país cada día más entregado al extranjero.

05.04.09
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viernes, abril 03, 2009

El presidente que ordenaba matar

El abogado Nakasaki basa su defensa de Alberto Fujimori en dos argumentaciones básicas: (a) en la posición de presidente de la república se tiene el comando (la estrategia) más no el mando de las acciones que realizan las Fuerzas Armadas; por tanto se puede lustrar el mérito de la victoria militar, sin tener que inferirse que un desvío de las operaciones hacia actos reprobables (asesinatos), pudiese haber estado bajo el control de la primera autoridad; (b) que siendo que la estrategia “limpia”, a saber rondas en el campo y captura de principales dirigentes sin bajas, se cumplió exitosamente, para qué tendrían que haberse producido muertes innecesarias de otras personas, como las de La Cantuta y Barrios Altos.

Es cierto que en una entrevista radial de abril del 2000, el propio Fujimori rebatió el primer argumento al reafirmar que en su condición de jefe supremo, el “mandaba” y “subordinaba” a las Fuerzas Armadas, y lo hacía de manera vertical, sin discusiones. Hay dos ejemplos que pueden ponerse sobre este asunto, que no admiten discusiones: primero, el del 5 de abril de 1992, cuando el presidente ordena movilizar la tropa contra el Congreso y otros poderes del Estado, y le responden, incluso por encima de la Constitución, escudándose en que se trataba del “jefe supremo”. Segundo, el de la Operación Chavín de Huantár, para el rescate de los rehenes de la casa del embajador japonés, que no se realiza hasta que Montesino que estaba en el túnel recibe la orden del presidente. Ahí el poder del supremo es tan absoluto que decide mandar a través de un civil, que ostenta el cargo de asesor, pero que todos saben que habla por el gobernante.

En muchas de las declaraciones de los miembros del grupo Colina, Tanto cuando Martin Rivas y Pichilingue declaran para Umberto Jara, como cuando los miembros operativos lo hacen en la audiencia, se usa la expresión de que la orden venía a través de Montesinos y bajo la directiva del presidente. Este era el modo de actuar. O sea, Fujimori dispuso una estrategia que, como dijimos ayer, buscaba separar las organizaciones armadas de la población y hacer vulnerables (y capturables) a los dirigentes, para lo cual se infiltró organizaciones, se apoyó la formación de rondas, y se buscó eliminar los distintos niveles de lo que consideraban “colaboradores” de la subversión que eran los que hacían de nexo entre la subversión y la masa. Ya dijimos también que este concepto era tan ancho que permitió atacar a todo lo que dificultaba la estrategia, por ejemplo, periodistas que defendían los derechos humanos, como en el caso Yauri en Huacho, o sindicalistas que molestaban a los fujimoristas (caso Santa) y a gente inocente (incluido un niño en Barrios Altos, señoras en una pollada, estudiantes que habían molestado a Fujimori en una visita previa a La Cantuta, etc.)

Rivas explica este punto como la necesidad de lanzar mensajes al enemigo y de decirle que le estaban respondiendo golpe por golpe. Y lo que debemos anotar es que tomados por separado los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, ciertamente, parecen de locos sin sentido. Pero es así si se les aísla del clima de violencias y contraviolencia que había a comienzos de los 90. Son muchas personas que murieron sin que se sepa quién los asesinó, pero siguiendo su historia personal se ve que algún tipo de relación tenían con la guerra. Hay otras formas de probar que esto fue una estrategia:

- ¿Quién decidió que Montesinos fuera un poder militar en la sombra (recuerden las actas de sujeción de los generales y almirantes) y dispusiera de recursos y fuerza operativa propia?
- ¿Quién dictó las leyes del Sistema Nacional de Inteligencia que crearon la llamada “inteligencia operativa”, que ya no sólo identificaba al enemigo, sino actuaba por su cuenta sobre él?
- ¿Cómo es que el “grupo de análisis” congratulado por Fujimori, se convierte en pocos meses en el ejecutor a sangre fría de la matanza de Barrios Altos?, ¿no es que ya habían “analizado” lo que debía hacerse y el presidente les dijo muy bien hecho, muchachos, procedan…?

04.04.09
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jueves, abril 02, 2009

La estrategia de guerra de Alberto Fujimori

En su “alegato para la historia”, Alberto Fujimori dice rechazar el término “conflicto interno” o “guerra interna” que utiliza la fiscalía en su acusación, y señala que esto otorga estatus político a los terroristas. En otra parte afirma, en cambio, que se le ha estado pidiendo el sueño imposible de “civilizar la guerra” o de “ganar una guerra sin costo social”.

Son varias veces que menciona la palabra guerra para justificar la barbarie inevitable, a pesar de la pretensión de negar que lo que sucedió corresponde a esta categoría, y que la propia idea de un presidente interviniendo en el diseño estratégico y la conducción del conflicto, de lo que se vanagloria, tiene que ver con el hecho de que la seguridad del Estado y la viabilidad política estaban sobre la mesa.

Si se tratara, simplemente, de una banda disociadora, ¿validaría eso la pretensión fujimorista de pasar a la historia por haberla reprimido?, ¿o es que, como en otras cosas, se pretende el doble discurso del político que se declara el único vencedor de armas en un país con una historia de trágicas derrotas militares, y del represor que justifica implícitamente sus excesos negando que haya habido un curso de enfrentamiento?

En otra parte, Fujimori dice que Belaúnde y García, los presidentes que estuvieron al frente del gobierno en la primera década de la violencia, equivocaron por plantearse una estrategia de confrontación convencional, cuando había que seguir otro camino. Lo que quiere decir que en los 80 se movilizaban masas de soldados por la sierra tratando de derrotar a un enemigo invisible que se mimetizaba con el pueblo y atacaba de sorpresa, y se terminaba arrasando poblaciones donde se suponían estaban asentados los senderistas.

En oposición a ello, ciertamente, se elaboró otra estrategia cuyo énfasis era la “inteligencia”, es decir la información obtenida desde dentro de las organizaciones: comunidades campesinas, barrios, sindicatos, universidades, para identificar el aparato de soporte de Sendero Luminoso y el MRTA, y por extensión lo que se estimaba peligroso para los objetivos planteados. La tesis básica era que la estructura político-administrativa (no armada) era la clave del vínculo masas-subversión, y había que eliminarla, para convertir a los núcleos armados en fuerzas errantes y hacer más vulnerable a la dirigencia central.

¿Cómo es que un aparentemente inofensivo “Grupo de Análisis”, se convierte en el siniestro Grupo Colina, tema que nunca ha podido responder Nakasaki, y que Fujimori evade concientemente? Es que el grupo inicial era una selección de tipos que ya habían tomado parte en operaciones de guerra sucia, que ya habían aprendido a matar y que tenían un diagnóstico de porqué las estrategias anteriores no funcionaban. Entonces, Barrios Altos, La Cantuta y un número mucho más grande de asesinatos selectivos de los 90 (por ejemplo una larga lista de eliminaciones realizadas en el norte chico, que hemos tratado en otros informes), no ocurrieron porque sí, como negación de las directivas del presidente.

En realidad Fujimori había ordenado golpear con todo y para eso requería leyes especiales y el paraguas de impunidad que le brindó el autogolpe del 5 de abril de 1992. Y en la lógica existente, precisamente, la dirección de las operaciones más brutales no fue hacia los dirigentes principales, sino que cayeron sobre redes de artistas, estudiantes, profesores, dirigentes campesinos y sindicales, periodistas, etc. Por eso es que no hay ninguna contradicción entre la captura “sin un rasguño” de Abimael Guzmán, y los heladeros acribillados en Barrios Altos a los que se acusaba de ser informantes pro senderistas.

La sombra de la guerra

A Fujimori se le juzga por dos crímenes concretos ocurridos entre noviembre de 1991 y julio de 1992. Es así, no porque sean los únicos casos, sino porque eso fue lo que estableció el acuerdo de extradición. Pero implícitamente lo que se está discutiendo es la llamada “estrategia de pacificación” que se desarrolló en los primeros años de los 90, y que el ex dictador ha empezado a defender ante las cámaras. ¿Querían la paz?, ahí la tienen y no se quejen de los muertos, es lo que ha dicho.

El tribunal tendrá que ver si esos 25 muertos (15 en Barrios Altos, 10 en La Cantuta) se pueden justificar bajo ese criterio, y si el Perú debe aceptar la clandestinidad y el crimen como opciones de pacificación. Pero como ahora hemos empezado a hablar con la historia, la cuestión más acuciante es llegar a saber si el tipo de paz que se fundó sobre tantas muertes, tanto odio y tantísimos reflejos autoritarios en el Estado, era lo que el Perú requería para tener futuro.

03.04.09
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miércoles, abril 01, 2009

¡No me arrepiento!

Así como lo oyen.

Alberto Fujimori dejó a un lado las entreveradas coartadas legales de su abogado y apeló a aquella parte del país que cree que la pacificación bien valía los muertos de La Cantuta, Barrios Altos y otros.

Se me pide un sueño imposible, dijo, que es el de civilizar la guerra, de ganar la guerra sin costo social.

“Asumí la defensa del Estado y puse en peligro mi vida”, declaró el hombre que se escondió en la Embajada de Japón durante la breve rebelión del general Salinas, el que puso miles de policías entre él y la población durante la jornada de los Cuatro Suyos y el que huyó al Asia y renunció por fax.

“Yo viré la estrategia del Estado frente a la subversión” alardeó frente al tribunal, acusando a Belaúnde de distraído y a García de usar métodos de guerra convencional. Y efectivamente entre finales de los 80 y comienzos de los 90 hubo cambios de conducción, que redujeron los actos de represión masiva y los sustituyeron por una acción más selectiva.

Pero es de esa “selectividad” que se está discutiendo en el juicio en el local de la Dinoes. El Grupo Colina no es expresión de un ejército desorientado que golpea a ciegas, imaginando que de diez pobladores muertos uno tendría que ser necesariamente senderista.

No, la creación de los 90, buscaba a sus víctimas con nombre propio. Y por cierto, fueron muchas más que los 25 muertos por los que se le procesa.

¿A quién nombrarán los libros?, se preguntó el ex dictador. Y como lo haría uno de sus imitadores, respondió a Alberto Fujimori, por supuesto. Tal vez no se equivoque y resulte el primer presidente del Perú condenado por delitos de lesa humanidad.

2.04.09
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Opciones para la izquierda y alternativas para el pueblo

Estoy totalmente de acuerdo con el dicho “Ollanta Humala no es la única opción para la izquierda peruana”, que aparece suscrito por la secretaria general del Partido Socialista, Susel Paredes y consignado en una reciente Nota de Prensa. En el 2006 hubieron por lo menos tres opciones de izquierda distintas y separadas de Ollanta Humala, con el resultado que todos conocemos. Y lo que ocurrió en segunda vuelta fue más grave aún, porque hubo sectores que no pudieron distinguir una alternativa popular y antiimperialista, de la reacción unificada tras Alan García, y respaldar desde la izquierda una propuesta de cambio. O sea que opciones hay: dividirse, abstenerse, cegarse, querer ganar, insistir en perder, etc. Lo malo es que cuando no hay balances, los errores se repiten como si no hubiera pasado nada.

Cuando Freddy Otárola dice que “Humala Tasso es el único representante de dicho sector político con el cual podrán acceder a la Presidencia de la República”, también apunta algo que es verdad. En nuestro campo, o en uno muy cercano a nosotros, hay un candidato que obtuvo el primer lugar en la primera vuelta de las elecciones anteriores y el 47% en la segunda. Evidentemente si uno quiere ser gobierno en el Perú para enfrentar la crisis y el cambio de modelo, tiene que considerar este dato. Antes del 2006 casi nadie creía que se podía producir una polarización que amenazara el sistema de poder existente. Pero ahora todo se está organizando para anticiparse a cualquier sorpresa. Pero la nota de la secretaria general del PS, no parece tomar en cuenta este hecho decisivo.

Ollanta Humala, efectivamente, no pertenece a la tradición de la izquierda, ni forjó su liderazgo en las luchas concretas de hace muchos años, donde emergieron líderes a los que a veces les llaman caudillos, porque no han terminado de ser reemplazados por otros que estén a su altura. Humala viene de otra historia, es verdad, la de la radicalización de elementos de las fuerzas armadas que asumen banderas nacionalistas y democráticas. Hay que conocer muy poco de historia del Perú para no entender lo que significa esta corriente para los intereses de nuestro pueblo. El punto además es que para hablar de trayectorias, hay que tener una propia para oponerla a la de los otros.

Humala lleva a los sumo cinco años en la política activa. Y sería muy injusto decir que no ha hecho en ese tiempo esfuerzo por ligarse a las movilizaciones populares. Su partido también ha sido parte de cuánto frente y coordinación política-gremial se ha montado para enfrentar a Alan García, y su bancada (con todos sus enormes problemas), ha sido la que ha defendido los intereses nacionales y sociales afectados por el modelo neoliberal exacerbado y corrupto impulsado por el gobierno aprista. Claro, seguramente que en la intelectualidad de izquierda hay los que lo harían mejor. Pero qué hacemos si las masas no nos siguen a nosotros. Algunos han resuelto el dilema alquilándose como ministros y funcionarios de gobiernos de derecha. Yo sigo confiando en la fuerza social como agente de la historia.

Extrañamente la Nota de Prensa sobre las declaraciones de Susel Paredes, escoge para el último párrafo una declaración en el sentido que Ollanta Humala no debe ser pensado como candidato a la presidencia de la izquierda peruana “mientras no aclaren los hechos del caso Madre Mía”. Es como si dijera que si lo anterior no funciona para desanimar a los que ya han caminado hacia la alianza, entonces aquí sacamos los derechos humanos para acabar la discusión. Si esto fuera serio, efectivamente debería estar por delante, porque lo que se estaría diciendo es que Ollanta esconde un pasado condenable y que los que se le acercan son oportunistas que van sólo tras los votos.

Hay otro error en la forma: ¿no era que Ollanta no pertenecía a la izquierda y rechazaba ser considerado parte de ella? De ser así no estamos en la situación de pensarlo como nuestro candidato, sino de saber si la izquierda apoya su candidatura, o por lo menos la considera una opción para el avance popular y un mejor terreno para la lucha por el socialismo. Pero, en definitiva: ¿cómo es que se aclara lo de Madre Mía? ¿No era ante el Ministerio Público y Poder Judicial, que fue al que recurrieron algunas organizaciones de derechos humanos para denunciarlo y que fueron también las que proporcionaron los argumentos de condena que todavía mantienen algunos sectores?

Por lo que sé este asunto ha sido desestimado por el fiscal (de larga trayectoria en derechos humanos) y probablemente no vaya a juicio por falta de pruebas. Yo podría decir aquí todo lo que hice para formar un juicio justo sobre este asunto. Y lo primero que comprobé era que es absurdo interpretar a Humala como un asesino que quiere cubrirse con la manta del izquierdismo y el compromiso social. En realidad el camino de los que creen que hicieron bien durante la guerra sucia es el de los Giampietri y otros que abiertamente defienden los actos más brutales de las Fuerzas Armadas. Que haya un oficial que se deslinde con eso, apoye la comisión de la verdad, los juicios a los responsables y haya seguido su propio proceso, ¿no merece se tomado en cuenta?

Aún el caso de un oficial antisubversivo que reniega de la política a la que estuvo sometido, ¿no es ganancia para nuestro campo? Yo no sé si la amiga Susel y algunos miembros de la dirección del Partido Socialista esperan que Ollanta Humala vaya a su local y les aclare personalmente lo de Madre Mía, para luego considerar incorporarlo como una de sus opciones. Suena un poco pedante, ¿no? Deberíamos saber que en política todos nos jugamos en nuestras decisiones. Y eso significa que en una situación como la actual el destino de la izquierda no está en ella misma, su pureza y pretensiones, sino en entender qué es lo que va a resolverse en los próximos dos años. Yo creo que es una disputa de poder como la que no hemos conocido. Y el riesgo es que algunos nsistan en errores que ya se cometieron.


1 de marzo de 2009

Raúl Wiener F.



Ollanta Humala no es la única opción para la izquierda peruana

Dirigente socialista señala que se deben esclarecer los hechos de Madre Mía antes de pensar en candidaturas

Ollanta Humala no es la única opción electoral para la izquierda peruana. Así lo sostuvo Susel Paredes, Secretaria General del Partido Socialista, quien respondió al congresista nacionalista Fredy Otárola, el cual afirmó que Humala Tasso es el único representante de dicho sector político con el cual podrán acceder a la Presidencia de la República.

"No creo que Humala represente a toda la izquierda peruana, no hablo a nombre de todos los partidos ni movimientos pero por lo menos no es el representante del Partido Socialista. En todo caso, nosotros no creemos en candidaturas naturales (...) estas se forman al calor de las luchas populares, en las cuales muchas veces el mismo Ollanta Humala ha estado ausente", señaló Paredes tras afirmar que en las pasadas elecciones a nivel regional el Partido Nacionalista obtuvo una escasa votación.

Asimismo, la máxima representante del PS cuestionó el hecho de que el parlamentario nacionalista hable a nombre de los partidos políticos de izquierda. "Me sorprende sobremanera que los nacionalistas hablen a nombre de la izquierda peruana cuando el señor Humala ha dicho públicamente que no se considera parte de dicho sector político. Esa forma de hacer política habla muy mal de quienes lo rodean. Yo rechazo enfáticamente las declaraciones del congresista Fredy Otárola", remarcó.

Finalmente, Paredes Piqué aseguró que no se debe pensar en el líder nacionalista Ollanta Humala como candidato presidencial de la izquierda peruana hasta que no se aclaren los hechos del caso Madre Mía. "En lo personal considero una inconsecuencia terrible que por algunos cálculos electorales dejemos de lado principios fundamentales como la defensa irrestricta de los Derechos Humanos. Como socialista y militante de izquierda no avalaría eso", enfatizó.